SIN ALTAR FAMILIAR
“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6,7).
El 18 de marzo de 1858, la Review&Herald publicó una nota titulada “Sin altar familiar”:
“Leímos una declaración en una revista religiosa que afirmaba que muchas familias que dicen ser profesos cristianos no practican el altar familiar: padres, hijos, hermanos y hermanas no se arrodillan juntos con regularidad para buscar la bendición de Dios sobre ellos como familia. Esta declaración nos atormenta. Es como si viéramos una casa en el desierto, en pleno invierno, sin humo que salga de su chimenea, sin fuego vivo sobre el hogar, en medio de ráfagas furiosas que se cuelan a través de cientos de grietas y allí, en medio, una familia sentada, entumecida por el frío, ¡lista para perecer! Han dejado de percibir el peligro: en un estado semiinconsciente, se están deslizando en los brazos de la muerte. ¡Qué imagen! Pero, más triste es la condición espiritual de un hogar en que el fuego de la devoción no está encendido, donde los padres no enseñan a sus hijos la dependencia diaria de Dios y su necesidad de gracia perdonadora”.
Tras unas vacaciones en el hemisferio norte, con un verano de 35 °C, llegamos a Buenos Aires; esa noche hacía 3 °C bajo cero. ¡Casi nos helamos saliendo del aeropuerto! Lo peor fue cuando llegamos a casa. Olvidamos de pedir a alguien que nos encendiera la calefacción un día antes. La casa estaba helada. Aunque prendimos los calefactores, tuvimos que dormir con todas las frazadas y abrigos disponibles. La casa había estado sin calefacción durante semanas y se había enfriado completamente.
En un hogar que no practica el culto diario, el frío de este mundo se hace sentir, inconscientemente. En las últimas fases de hipotermia, el cuerpo se insensibiliza al frío. Lo mismo ocurre con la hipotermia espiritual: cuando el fuego del altar familiar no se enciende en el hogar por un tiempo, la familia entra en una hipotermia que la adormece e insensibiliza a la presencia del pecado. La televisión, las computadoras, el celular ocupan el lugar de la Palabra de Dios, y nuestra conciencia se cauteriza.
Así como necesitamos acciones urgentes para revertir la hipotermia, la falta del culto familiar requiere acciones decididas para lograr que Dios vuelva al primer lugar en la familia. Es imperioso. Destronemos las pantallas y toda distracción del centro del hogar, y volvamos la Biblia al centro. No basta asistir semanalmente a la iglesia. La familia necesita de momentos diarios de adoración.
Ya seas padre, hermano o hijo, hoy puedes motivar a tu familia a adorar juntos.