ATRAPADOS EN EL LAGO
“Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor” (1 Corintios 12:5, NVI).
Shavarsh Vadimirovich Karapetyan fue nadador profesional de la modalidad “Natación con aletas” de la Unión Soviética, poseedor de 11 récords mundiales, campeón del mundo 17 veces, campeón de Europa 13 veces y 7 veces campeón de la URSS; Currículum deportivo impresionante, jamás igualado en su disciplina.
Pero Karapetyan es más conocido por su heroísmo. El 16 de septiembre de 1976, entrenaba junto a su hermano, también nadador. Estaba terminando su recorrido habitual de veinte kilómetros alrededor del Lago Ereván, cuando escuchó un sonido semejante a una explosión. Un trolebús había chocado, perdido el control y caído desde la pared de la represa hacia el fondo del lago, a unos 10 metros de profundidad
Inmediatamente, Karapetyan se lanzó al lago. A pesar de casi no tener visibilidad por causa de los sedimentos, logró llegar hasta el trolebús y romper la ventana trasera con las piernas. Logró rescatar a treinta personas, pero solo veinte de ellas lograron sobrevivir.
Lamentablemente, este acto acabó con su carrera deportiva. El efecto combinado del agua fría (hipotermia) y las múltiples heridas que le generaron los cristales del vehículo lo dejaron inconsciente por 45 días. Posteriormente, tuvo que luchar contra una grave septicemia, causada por las aguas servidas del lago.
En este caso, se conjugaron perfectamente las habilidades que Karapetyan había adquirido durante años de entrenamiento con la necesidad de aquellas personas de ser rescatas bajo el agua. Diríamos que Karapetyan se había preparado toda su vida para esa ocasión. Y eso es lo que Dios quiere lograr en nuestra vida. Quiere que nuestros dones se conviertan en nuestro ministerio. Sí, tus dones pueden salvar vidas para la eternidad.
Aunque Karapetyan no volvió a nadar competitivamente, sí volvió a rescatar personas. El 19 de febrero de 1985, se encontraba cerca de un centro comercial que comenzó a arder en llamas. Sin pensarlo dos veces, se abalanzó hacia el interior y comenzó a rescatar personas. Una vez más, fue herido de gravedad y pasó mucho tiempo en el hospital. Así es cuando comenzamos a poner nuestros dones al servicio de los demás: no podemos parar, aun cuando pongamos en riesgo nuestra vida.
Karapetyan no fue reconocido inmediatamente por su servicio. Recién en 1982 se difundió su acto de heroísmo en el lago; y revelada su identidad como héroe, recibió más de 60 mil cartas. Así será en el cielo, cuando personas que casi no recuerdes se acerquen para agradecerte por lo que hiciste por la salvación de ellas. Hoy, decide usar tus dones como un ministerio para salvar personas. El cielo es el límite y las consecuencias, eternas.