TEMPLANZA
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo 1:7.
Abstención de lo malo y moderación en lo bueno, eso es la templanza. La Escritura dice: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (Prov. 16:32).
Mucha templanza manifestó Jesús en su vida y su ministerio terrenal. Fue asediado por los escribas y fariseos, fue desafiado por los sacerdotes, fue espiado por los romanos, fue echado de Samaria, fue hostigado por sus hermanos, pero él no se doblegó ni dejó de amarlos.
Mucha templanza manifestó en la pasión. El diablo lo provocó por medio de la violencia y de la burla, pero Jesús “puso su rostro como un pedernal” (Isa. 50:7). Cuando fue arrestado, los discípulos huyeron de miedo. Jesús no. Dijo que lo arrestaran a él y que dejaran en paz a sus amigos. Cuando lo juzgaron, sus enemigos manifestaron toda la gama de las bajas pasiones, todos los marices de la cobardía, pero Jesús permanecía sereno. Triste sí, pero firme.
Y cuando fue crucificado, Jesús continuó amando a todos y ayudando a quienes pudo. Intercedió por los soldados y el centurión, prometió el paraíso al malhechor arrepentido, proveyó un hogar para María, y entregó el espíritu a su Padre.
El Jesús de la cruz se comportó como el que recorrió Israel y otros lugares. Hizo el bien hasta el último aliento. La templanza lo mantuvo firme. No se doblegó ante lisonjas ni burlas. Cuando lo llamaban Hijo de David era el mismo que cuando dijeron que tenía un demonio. Cuando lo recibieron con palmas fue el mismo que cuando gritaron “Crucifícale”.
Fue un Hombre de una pieza, como su manto sin costura; un Varón de dolores pero también de grandeza moral; un carácter transparente, un rostro de nardo pero también de pedernal. No es fácil enfrentar a los demonios; Jesús lo hizo. No es fácil morir con la espalda sin piel, aferrado a unos clavos. Jesús lo hizo gracias al Espíritu y a su templanza.
“Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda” (Prov. 25:28).