Todavía el Señor volvió a decirme: «Ve y ama a esa adúltera, a quien ama su amigo como ama el Señor a los hijos de Israel, aun cuando estos solo tienen ojos para los dioses ajenos y aman las tortas de pasas» (Oseas 3 : 1).
DIOS SE COMUNICABA CON LOS PROFETAS a través de sueños y visiones. Luego, cada mensaje era dado de diferentes formas: verbalmente, por escrito y también había dados mensajes a través de las vivencias del mismo profeta.
Este último fue el caso de Oseas, un fiel hombre de Dios, que ejerció su ministerio por el 785 a. C., mientras reinaba Jeroboam sobre las diez tribus del norte de Israel. Se casaron con Gomer y tuvieron tres hijos. preocupantes, ella olvidó los votos matrimoniales y abandonó su familia, se fue con un amante. A través de la amargura y el dolor de la experiencia propia, Oseas comprendió más el amor de Dios, ya que aun cuando Israel adulteraba con otros dioses, el amor divino continuaba inextinguible, presente, anhelando que sus hijos regresaran a su primer amor.
Tristemente, son muchos los que experimentan la vivencia de Oseas al formar parte de un matrimonio que vivió la infidelidad. Como pastor, he notado que el problema del adulterio está afuera y adentro de nuestros templos. Gary y Mona Shriver pasaron por la triste experiencia de la infidelidad, y a través de su libro dan consejos prácticos y vivenciales para no ceder al adulterio: «El pecado nace en la mente. Cuando soñamos despiertos con una persona del sexo opuesto que no es nuestro cónyuge, eso es una invitación a pecar. Cuando “inocentemente” facilitamos los arreglos para estar con alguien, ya estamos en problemas. Racionalizar sus pensamientos sobre otra persona es engañarse a sí mismo. Si ve que está fantaseando o manipulando los eventos, es tiempo de hacer un cambio de sentido rápido. Esa misma mente que nos lleva por la carretera del pecado, puede llevarnos a Dios y a nuestro cónyuge» (Infidelidad, p. 205).
Es verdad que con el tema de la infidelidad matrimonial podemos llegar a no sentirnos identificados. Pero cuando se habla de la infidelidad espiritual, todos estamos involucrados porque «no hay justo ni aun uno» (Rom. 3: 10). No debemos centrarnos en nuestras debilidades y traiciones, sino en el gran amor de Dios, ese amor infinito que está esperándonos. Por esta razón, Dios nos dice a través de Oseas: «Yo los atraje a mí con cuerdas humanas, ¡con cuerdas de amor!» (Ose. 11:4), para que anhelemos estar a su lado y jamás lo abandonemos. ¿Te dejarás atar por esas «cuerdas de amor»? ¿Te mantendrás fiel a Dios a lo largo de todo este día?