DEME AGUA
“Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás” (Juan 4:13,14).
Deme su agua, por favor”. Nunca olvidaré esta frase en la boca de los niños que me rodeaban pidiéndome la botella de agua, cuando viajé a Burundi para unas reuniones de damas. Al contrario de otros, Burundi no es un país escaso en agua. El problema allí es la falta de una gestión adecuada. Además, el sistema de agua del país todavía está sufriendo las consecuencias de una guerra civil que duró trece años, y que destruyó la mayor parte de las infraestructuras de agua. Cuando vi a aquellos pobres niños pidiéndome agua, mi corazón sintió compasión por ellos.
Como cristianas, no complacemos a Dios cuando cuatro mil niños mueren cada día porque les falta algo que nosotros damos por supuesto que tenemos: un vaso de agua potable. Piensa en ello: ¡cuatro mil niños! La crisis del agua continúa siendo la principal causa de muerte infantil en el mundo. Casi mil millones de personas carecen de acceso al agua potable. Cuando hablé con las mujeres y los niños en Burundi, me dijeron cómo les había cambiado la vida el nuevo pozo de agua que se había construido en su pueblo. ¿Por qué era aquello tan importante? La distancia media diaria que las mujeres y los niños deben recorrer para obtener agua en África y Asia es de seis kilómetros. En algunos lugares, las mujeres llevan pesadas cargas de hasta veinte litros sobre la cabeza. Con el paso del tiempo, esto termina provocándoles daños graves en el cuello y la columna. Tener un pozo les da vida, salud, y esperanza de un futuro mejor para ellos y para las futuras generaciones.
En África hay un dicho: “El agua es vida”; no es importante para vivir ¡es vida! El Señor es nuestra Fuente de vida. Es la fuente de agua viva, pura, gratuita y suficiente para cubrir todas nuestras necesidades. Dios puede traer vida a tu espíritu y provisión a tu cuerpo. Simplemente, hay que sacarla de él cada día. Ve hasta la Fuente de agua viva y sé agua viva para alguien. Sé un pozo de agua viva allá donde vayas. La invitación de Jesús al empezar tu día es la misma: “¡Venid todos los sedientos, venid a las aguas!” (Isa. 55:1).
Raquel Queiroz da Costa Arrais