Si eres ladrón, deja de robar. En cambio, usa tus manos en un buen trabajo digno y luego comparte generosamente con los que tienen necesidad. Efesios 4:28.
-Juguemos a la casita -sugirió Luisa, de ocho años de edad, a sus nuevos amiguitos-. Yo seré la mamá y ustedes mis hijos.
Buscó en el establo algunas cosas, y encontró unas tapas de frascos viejos para usarlas como platos. Las llenó de heno y dijo:
-¡A comer!
Los niños, sucios y harapientos, se sentaron frente a sus “platos” llenos de paja. Una de las niñas exclamó:
-Cómo desearía que fuera comida de verdad. ¡Tengo hambre! No había mucho para desayunar en casa…
-¡Oh, pobrecitos! -dijo Luisa con el corazón enternecido-. Iré en este momento a buscarles algo de comer.
Bajó la escalera del pajar y corrió a la cocina de su tía. Entró en el cuarto de la despensa como si fuera su propia casa y tomó algunos higos y pastelitos.
-Realmente están muy sabrosos -dijo uno de los niños lamiéndose los dedos-. En casa nunca tenemos cosas tan buenas.
-Buscaré más -dijo la niña.
Volvió a la cocina y entró nuevamente en la despensa. Solo que al salir con otro plato de pastelillos, se encontró con la tía Fanny. La mujer estaba parada con las manos en la cintura, y una mirada decididamente nada amistosa.
-¿Y adonde cree que va con esos pastelillos, jovencita?
-Voy a alimentar a mis amiguitos en el establo -respondió Luisa.
-¡Eres una ladrona! -la regañó su tía-. No lo puedo creer, ¿una hija de Bronson? ¡Sube a tu cuarto de inmediato!
La niña, humillada, corrió a su cuarto y se sentó en un baúl a llorar. Después de unos momentos se abrió la puerta y Cristóbal, el adolescente de la familia, entró en la habitación y se sentó junto a ella.
-¿Por qué estará tan enojada la tía Fanny? -Luisa se recostó en el hombro de Cris y comenzó a sollozar- Nosotros en casa siempre damos de comer a los pobres.
-Yo sé que tus intenciones eran buenas, pero esta no es tu casa. Pertenece a la tía Fanny. No es propio sacar nada de la alacena sin su permiso. Eso equivale a robar.
-Lo siento -admitió Luisa-, no lo volveré a hacer.
Cuando Luisa creció, el precioso cúmulo de experiencias le sirvió para escribir las obras Little IA/ornen y Little Men [Mujercitas y Hombrecitos].