UN MILAGRO INSTANTÁNEO
“Antes que clamen, yo responderé; mientras aún estén hablando, yo habré oído” (Isa. 65:24).
Desde que soy madre, he oído a otras madres hablar del “temible dolor de oído”, y he orado y anhelado que mis hijos nunca lo sufrieran. Mi hija mayor ya tenía 19 años, y yo estaba muy agradecida porque nunca hubiera tenido el temible dolor de oído. Mi segunda hija tenía cinco años, y yo me encontraba nuevamente orando por ello.
Puedes imaginar el miedo que sentí cuando una noche, volviendo a casa, escuché que mi pequeña decía: “Mami, me está doliendo el oído”. El miedo me inundó. Pero entonces noté que no estaba llorando, así que, le pregunté con calma: “¿Te duele mucho?”, y ella contestó que no. Di un suspiro de alivio. Al llegar a casa, ella se acostó inmediatamente a dormir; le di un beso de buenas noches y me acosté. A eso de las once de la noche, me despertó un grito. Tanto mi esposo como yo corrimos hacia nuestra hija y le preguntamos qué pasaba.
Ella gritó: “¡Mis oídos, mis oídos!” Inmediatamente comenzamos a correr de aquí para allá, preparándonos para ir al hospital. Con sus gritos tan fuertes, me sentí muy confundida, débil e impotente. Me di cuenta de que tenía que ponerme ropa apropiada, entonces fui rápidamente al armario y, cuando estaba por abrirlo, ella gritó con tanta fuerza que me quedé congelada. Con lágrimas en los ojos, elevé mi cabeza al Cielo y clamé: “¡Señor, ten misericordia de mi hija!” Entonces escuché un suspiro y los gritos se detuvieron. “Oh, Padre, está muerta”, pensé mientras corría hacia ella. Para mi asombro, estaba durmiendo pacíficamente. ¡No podía creer lo que veía! ¡Dios había contestado a mi oración instantáneamente!
Todo lo que podía hacer era alabarlo y agradecerle. Hasta el día de hoy le agradezco por ese milagro. Había pedido a Dios que mis hijos no pasaran por el temido dolor de oído, pero fue necesario un tremendo dolor de oído para que yo experimentara el poder y el gozo de un milagro instantáneo.
Servimos a un Dios maravilloso; él es digno de adoración. He aprendido, a lo largo de los años, a agradecerle por todo, así como dice el texto bíblico: “Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tes. 5:18, NVI). 1 Crónicas 16:34 lo dice todo: “¡Alaben al Señor porque él es bueno, y su gran amor perdura para siempre!” (NIV).
Pauline Sinclatt