LAS CAÍDAS DE JONÁS
“Y los marineros tuvieron miedo, y cada uno clamaba a su dios; y echaron al mar los enseres que había en la nave, para descargarla de ellos. Pero Jonás había bajado al interior de la nave, y se había echado a dormir” (Jonás 1:5).
En 2016, visité la ciudad de Jope por primera vez. Fue en ese lugar, junto a la actual ciudad de Tel-Aviv, en Israel, donde Jonás buscó un barco que lo llevara lejos de la misión divina.
Él había sido llamado por Dios para ir a la gran ciudad de Nínive, que estaba al este del lugar en el que él se encontraba. Pero Jonás tuvo miedo y huyó a Tarsis, que estaba en la ubicación contraria, más lejos y al oeste. Jonás huyó de los planes del Padre; por eso, algunos lo llaman “el hijo pródigo del Antiguo Testamento”.
Como único profeta del Antiguo Testamento llamado directamente para ser misionero y predicar en otro país. Jonás entró en crisis. A partir de ahí, comenzaron sus cuatro movimientos. Primero corrió de Dios, después corrió a Dios, más tarde corrió con Dios y, finalmente, corrió delante de Dios. En esa travesía, vemos un profeta que cae cada vez más.
Primero. Jonás cayó en problemas. Decidió huir de Dios y andar solo, sin la bendición y la protección del Señor. Fue al lugar equivocado, por la motivación equivocada y con la compañía equivocada.
Después. Jonás cayó en el sótano del barco. Estaba en el lugar más oculto y alejado de Dios y de las personas. Esta era la actitud de un hombre cuya conciencia le pesaba, alguien que se sentía más seguro en un sótano que en la misión.
Pero no permaneció allí, sino que cayó aún más hondo; esta vez en el mar. Corno gran responsable de toda la tempestad y la tragedia del viaje, la única salida era lanzarlo fuera del barco. Dios intentó enviarlo a Nínive, pero los hombres lo tiraron al mar. ¡Qué contraste!
Como si esto fuera poco. Jonás tuvo una caída todavía más profunda, en el interior de un gran pez. Ese fue el límite de su caída. Y fue en ese lugar donde Dios lo rescató.
Por la desobediencia, una caída lleva a otra. Pero cuando obedecemos los planes de Dios, comenzamos a subir. a recuperar lo que perdimos y a rescatar el placer de servir no donde nosotros queremos, sino donde Dios lo necesita.
¿Qué prefieres: caer o subir? Haz siempre la elección correcta y permanece del lado de la voluntad de Dios. Él siempre te pondrá en el lugar correcto, con la misión correcta y los resultados correctos.