JOCABED
LA MADRE QUE DIO SU HIJO EN ADOPCIÓN
Y cuando el niño creció, se lo entregó a la hija del faraón, la cual lo crió como hijo suyo y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué. Éxodo 2:10 (RV95).
¿Qué podría decirse de una mujer que entrega a su hijo en adopción, hecho tan común en estos tiempos? No te apresures a juzgar, pues en la antigüedad las mujeres podían verse forzadas a hacerlo sin poder hacer nada para impedirlo. Así le ocurrió a una esclava hebrea cerca del siglo XIV a.C.
“Jocabed era mujer y esclava. Su destino en la vida era humilde, y su carga pesada… Sabiendo que su hijo había de pasar pronto de su cuidado al de los que no conocían a Dios, se esforzó con más fervor aun para unir su alma con el cielo. Trató de implantar en su corazón el amor y la lealtad a Dios. Y llevó a cabo con fidelidad esa obra. Ninguna influencia posterior pudo inducir a Moisés a renunciar a los principios de verdad que eran el centro de la enseñanza de su madre” –Ed, 57.
Antes de entregarle su pequeño a la hija del faraón, Jocabed se lo entregó a otro que sería su Padre para siempre: “Padres, dad vuestros hijos al Señor, y recordadles siempre que le pertenecen, que son los corderos del rebaño de Cristo, sobre los cuales vela el verdadero Pastor” –CM, 135.
Si has sido bendecida con un hijo, no pierdas ni un segundo. Pon manos a la obra para sembrar en su tierna mente la verdad acerca de Jesús y su gran amor por todos nosotros. “Los niñitos pueden ser cristianos, gozando de una experiencia de acuerdo con sus años. Esto es todo lo que Dios espera de ellos. Necesitan ser educados en las cosas espirituales; y los padres deben darles toda ventaja, a fin de que puedan formar caracteres de acuerdo con la semejanza del carácter de Cristo” –Ibíd., 134.
Como adultos, tenemos una obligación para con los hijos propios y los de la iglesia: la de instruir y educar a los niños desde que nacen en los caminos del Señor, creyendo la promesa de que, cuando se hagan mayores e incluso lleguen a viejos, no se apartarán de la senda del bien (ver Proverbios 22:6).
Que Dios te ayude a ser una buena influencia para los más pequeños. –GM