VERDAD
«Abrid las puertas y entrara la gente justa, guardadora de verdades» (Isaías 26:2).
El término verdad aparece centenas de veces en las Sagradas Escrituras. Desde el L Génesis hasta el Apocalipsis este vocablo puede verse asociado con muchas otras expresiones positivas, que lo unen a preciosos principios de vida y grandes bendiciones. Por ejemplo, hay versículos que presentan la verdad estrechamente ligada al amor (1 Pedro 1:22), la bondad (Efesios 5:9), la justicia (Isaías 42:3), la misericordia (Salmos 57:3, 10), la integridad (Salmos 15:2), la humildad (Salmos 45: 4), la piedad (Zacarías 7:9), la cordura (Hechos 26:25), la ley de Dios (Salmos 119:145, 151) y la libertad (Juan 8:32). Los que practican la verdad, pueden esperar como resultado, bendiciones de paz (Ester 9:30), sabiduría (Salmos 51:6), protección de Dios (Salmos 91:4), corrección del pecado (Proverbios 16:6) y salvación (Salmos 25:5). El sabio Salomón, enfatizó que aquel que retiene la verdad, recibirá «gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres» (Proverbios 3:3-4).
Pero a pesar de tan atractivas expectativas debe reconocerse que aquellos que sostienen la verdad (incluida también la del evangelio) encuentran ciertas dificultades. «El gran obstáculo que se opone a la aceptación y a la proclamación de la verdad, es la circunstancia de que ella acarrea inconvenientes y oprobio» (El conflicto de los siglos, pág. 453).
En efecto, la verdad también suscita conflicto y antagonismo. Donde la verdad sale a la luz, levanta simultáneamente oposición. Aunque los enemigos de la verdad no pueden resistir el poder de la misma, buscarán refutarla intimidando a los débiles, ofreciendo honores y ventajas o silenciando a los que hablan. ¿Recuerdas al profeta Elías, perseguido por la malvada Jezabel? ¿Recuerdas a Jeremías, que fue echado en un pozo fangoso? ¿Qué decir de Juan el Bautista, en manos del rey Herodes? ¡Como si al silenciarlos pudiesen impedir que sus palabras fuesen ciertas! (Profetas y reyes, pág. 93).
Jesús, quien no solamente dijo siempre la verdad, sino que afirmó que la verdad era parte de su naturaleza (Juan 14:6), reclamó a sus contemporáneos: «Intentáis matarme a mí, que os he hablado la verdad» (Juan 8:40).
No obstante, la verdad brilla aún más, en medio de las tinieblas de la corrupción y la mentira. Cuanto más oscura es la noche, más clara y nítida resulta la luz de la verdad. El que prometió ayudarnos a resistir en cada prueba (1 Corintios 10:13), también prometió que la verdad sería un escudo protector (Salmos 91:4), y que, en un futuro no muy lejano, las puertas de la Nueva Jerusalén se abrirán para «la gente […] guardadora de verdades».