TU GLORIA
«Pero tú, Señor, eres mi escudo protector, eres mi gloria, eres quien me reanima» (Sal. 3:3).
Hay hombres y mujeres de la historia que se han convertido en las mayores glorias del país donde nacieron. Por mencionar tres ejemplos, hablaré de José Martí, que murió defendiendo a Cuba del dominio colonial español y es considerado por muchos como la gran gloria nacional. Hablaré también de Juan Santamaría, gran gloria de Costa Rica y cuya muerte como héroe se celebra precisamente hoy, día 11 de abril. ¿Y qué podríamos decir de Pancho Villa? Gran figura de la Revolución Mexicana, que también murió siendo joven. Estos héroes, junto con otros más, han dejado huella en nuestro mundo, y murieron en el desempeño de esa lucha que consideraron más grande que su propia vida.
Anda el mundo actual falto de héroes y heroínas: Es posible. ¿Necesita el mundo alguien que los defienda y levante en alto su cabeza? Es posible. Pero nuestra primera necesidad es en el ámbito espiritual. Necesitamos saber cada día que Dios nos libera. ¿De qué? De nuestros pecados. Dios nos perdona, Dios nos ayuda, Dios nos defiende, Dios es nuestro escudo y fortaleza.
Dios te ofrece:
- Ser tu protector. «No tengas miedo, porque yo soy tu protector. Tu recompensa va a ser muy grande» (Gén. 15:1), le dijo a Abraham. «No tengas miedo, porque yo soy tu protector», te dice hoy a ti. Porque el Señor bendice al que es fiel; su bondad lo rodea como un escudo (ver Sal. 5:12). «El camino de Dios es perfecto; la promesa del Señor es digna de confianza; ¡Dios protege a cuantos en él confían!» (Sal. 18:30). «Señor, Señor, mi Salvador poderoso, tú proteges mi cabeza en el combate» (Sal. 140:7).
- Ser tu gloria. «Dios es la gloria de Israel» (1 Sam. 15:29) y tú formas parte de su Israel espiritual, que es su pueblo que le honra.
Teniendo a Dios como su protector y su gloria, ha habido también hombres y mujeres de carne y hueso que lo entregaron todo por él. Esos personajes inolvidables nos sirven de referente, señalándonos un camino que recorrer. Estoy hablando de personajes como Esteban, «hombre lleno de fe» (Hech. 6:5) «que hablaba con la sabiduría que le daba el Espíritu Santo» (Hech. 6: 10), y por eso perdió la vida apedreado. Estoy hablando de los valdenses, que perdieron la vida para que podamos tener la Biblia. ¿Qué te parece si agradecemos su paso por este mundo?