ROTURAS
“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón y salva a los contritos de espíritu” (Sal. 34:18).
Tirada en el cemento, miraba mi mano. ¡No podía creer lo que veía! Mi muñeca deformada, en un ángulo en que no debía estar. Un momento antes estaba normal. ¡Qué gran diferencia puede producirse en unos segundos! Había estado haciendo mandados durante mi hora del almuerzo. Una de las paradas era para cargar el tanque de combustible de mi auto. Al tomar la boca de la manguera, noté que se había congelado, formando un círculo en el cemento, ya que el clima estaba muy frío. El viento me golpeaba, y quería volver a la calidez de mi automóvil. Puse la boca de la manguera en el tanque, y noté que tenía que pasar sobre la manguera para abrir la puerta del conductor.
Entonces ocurrió el accidente. Y en medio segundo. La punta de mi bota tocó la manguera congelada, lo cual me impulsó hacia adelante, y caí en el cemento, rompiéndome la muñeca. Con el brazo en un yeso que me llegaba casi al hombro, no se podía negar que me había lastimado. Es así que conté a mis compañeros de trabajo, en broma, cómo había tenido un encuentro con unos cocodrilos… pero no creyeron mi historia. Sonaba más heroico de lo que realmente había ocurrido. Pero nadie podía ver el vaivén de emociones que trataba de contener.
Roturas. Vivimos con ellas todos los días. Es mucho más fácil ver las roturas físicas que las espirituales. La Biblia nos demuestra que Jesús vio las necesidades físicas de quienes sanó: ceguera, lepra, sangrado, parálisis… Pero también vio las “roturas” espirituales. Comenzó una conversación amable con la mujer samaritana, descubriendo las capas de dolor espiritual que la habían aprisionado año tras año.
Las preguntas de Jesús revelaron los problemas que ella tenía con el prejuicio, la ascendencia y las creencias apóstatas, derivados de diferencias y discriminaciones culturales. Jesús también dijo a Nicodemo que debía volver a nacer; y eso tenía que ver con el Espíritu Santo. También tiene que ver con permitir que Dios sane las heridas que el pecado y las malas decisiones producen en nuestra vida.
Mi brazo roto está mucho mejor, gracias a un gran cirujano, a un yeso… y al paso del tiempo. Mi elección del Cirujano espiritual es fácil. Él es quien vino a sanar a los que tienen el corazón roto y a los de espíritu abatido. Mi cirujano es Jesús. Elíjelo tú también hoy.
Karen Phillips