EL PEQUEÑO RATÓN
“Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas” (Cantares 2:15).
Se llama “X-Y Position Indicator for a Display System”. Sí, nació con ese nombre, pero seguramente no sabes de qué objeto se trata. Te daré una pista: lo usas a diario; es más, tu trabajo en la computadora se vería grandemente afectado sin él. Hablamos, ni más ni menos, que del mouse (o ratón), que fue presentado en forma oficial el 9 de diciembre de 1968 en San Francisco, Estados Unidos.
Como bien sabes, se trata de un dispositivo apuntador utilizado para facilitar el manejo en una computadora. Generalmente, está fabricado en plástico y se utiliza con una de las manos. El mouse fue diseñado por Douglas Engelbart y Bill English en la década de 1960, en un laboratorio de la Universidad Stanford, en pleno Silicon Valley, California. Sin duda, este pequeño invento revolucionó positivamente la manera de trabajar en una computadora.
Un mouse me recuerda la importancia que tienen en nuestras vidas las cosas pequeñas. Una palabra, una sonrisa, un gesto pueden establecer la diferencia. Un hábito dañino que empieza débil y esporádico puede convertirse en un vicio casi irrenunciable.
Y hablando de ratones y de cosas pequeñas, recuerdo cuando leí que, en 2007, un vuelo que iba desde Hanoi, Vietnam, hacia Tokio, Japón, se retrasó por cuatro horas por la presencia de un ratón en el interior de la nave. Los miembros de la tripulación comenzaron a buscar al roedor por todos los rincones del Boeing. Finalmente, el pequeño animalito, de color blanco, fue encontrado en un depósito de comida y apresado por una valiente azafata. Cientos de personas perdieron cuatro horas de su precioso tiempo. Todo ¡por un diminuto roedor andariego!
Hoy puede ser un día histórico si prestamos atención a las cosas pequeñas. Después de todo, no son los grandes obstáculos los que traban nuestro progreso espiritual. Son los pequeños “ratones” los que nos retrasan y demoran. Son las pequeñas moscas las que pudren el perfume (Ecl. 10:1). Son las pequeñas zorras las que echan a perder las uvas (Cant. 2:15).
Que ningún “ratón” espiritual nos estorbe en nuestro camino hacia a las alturas. Que ninguna “rata” cotidiana nos impida volar hacia la eternidad.
“Nadie puede saber cuál será el propósito de la disciplina de Dios, pero todos pueden estar seguros de que la fidelidad en las cosas pequeñas es evidencia de la idoneidad para llevar responsabilidades más grandes” (Elena de White, La educación, p. 61).