UN AVANCE
“Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando” (Sal. 23:5).
Mi padre falleció cuando yo tenía seis años; mis hermanos tenían cuatro y dos. Mi madre era cristiana, y se negó a seguir la costumbre africana de convertirse en la segunda esposa de mi tío. Así, fue expulsada de la familia de mi padre y forzada a buscar trabajo en la ciudad. Mi tío, hermano de mi padre, no le permitió llevarnos con ella.
Mi tía era una mujer dura e insensible, que nos trataba a mí y a mis hermanos como esclavos. Durante la época de lluvia, nos despertaba a la una de la madrugada para cuidar su jardín antes de ir a la escuela. Cuando cumplí doce años, ya era cocinera y limpiadora en una familia de nueve, y no se me permitía quejarme ni pedir ayuda. Cuando mamá nos visitaba, mi tía no nos permitía estar a solas, no fuera que reveláramos lo mal que la pasábamos. Al final de cada visita, mamá cantaba y oraba con nosotros. Eso dejó una impresión en mi mente. Mi himno preferido era “Más de Jesús”. Cada vez que me sentía sobrepasada por las circunstancias, ese himno, y el Jesús del que hablaba, fueron mi consuelo.
Problemas políticos forzaron a la familia de mi tío a mudarse, permitiéndome a mí, aunque no a mis hermanos, vivir con mi mamá. Mi tía decía que yo nunca llegaría a nada. Puedes imaginar su sorpresa cuando pasé todas mis clases y obtuve un certificado, mientras que su hija solo pasó una clase. Enfurecida, mi tía me mandó el mensaje de que me obligaría a volver a trabajar como su jardinera. Pasé la noche clamando a Dios que me librara de esa esclavitud. A la mañana siguiente, Dios me impresionó para que viajara sesenta kilómetros para buscar trabajo como maestra de Nutrición. Solo tenía mi boletín de calificaciones. De los tres candidatos (los otros dos tenían certificados en mano), ¡me contrataron a mí! Cuando mi tía fue a buscarme, se enfureció al saber que estaba a sesenta kilómetros, ¡enseñando! Nunca más estaría bajo su control.
¿Te tiene Satanás en algún tipo de esclavitud, o en la presencia de algún enemigo? Jesús está contigo. Dedícate a conocer a tu Buen Pastor. A su tiempo y a su manera, experimentarás un avance cuando él unja tu cabeza con la verdadera libertad en él.
Nokuthula Maphosa-Mutumhe