Sabado 08 de Julio del 2017 – LA MAYOR NECESIDAD DEL MUNDO – Matutina para adultos

LA MAYOR NECESIDAD DEL MUNDO

«¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón». Salmo 24: 3-4

DIOS DESEA REVELAR hoy, por medio de los jóvenes y niños, las mismas verdades

poderosas que reveló mediante aquellos personajes. Las biografías de José y Daniel constituyen una ilustración de lo que el Señor hará por los que se entregan a él y se esfuerzan de todo corazón por llevar a cabo los propósitos divinos.

La mayor necesidad del mundo es la de hombres y mujeres que no se vendan ni se compren; hombres y mujeres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres y mujeres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres y mujeres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos.

Ahora bien, semejante carácter no es el resultado de la casualidad; no se debe a favores o dones especiales de la Providencia. Un carácter noble es el resultado de la autodisciplina, de la sujeción de nuestra naturaleza inferior a la superior, de la entrega del yo al servicio de amor a Dios y a la humanidad.

Es necesario inculcar en los jóvenes la verdad de que sus dones no les pertenecen. La vitalidad, el tiempo, el talento, son tesoros que nos han sido prestados. Pertenecen a Dios, y todo joven debería decidir darles el uso más adecuado; él es una rama de la cual Dios espera fruto; un mayordomo cuyo capital tiene que producir dividendos; una luz para iluminar la oscuridad del mundo.

Cada joven y niño tienen una obra que hacer para la honra de Dios y beneficio de sus semejantes.

Los primeros años de vida del profeta Elíseo transcurrieron en la quietud de la vida campestre bajo la enseñanza de Dios y la naturaleza, y la disciplina del trabajo útil. En una época de apostasía generalizada su familia se contaba entre los que no habían doblado sus rodillas ante Baal. En el hogar de Elíseo se honraba a Dios y la fidelidad al deber era la norma de la vida cotidiana.

Como hijo de un acaudalado agricultor, Elíseo había echado mano del trabajo que tenía más cerca. Aunque poseía aptitudes para el liderazgo, había sido instruido en el desempeño de los deberes cotidianos comunes. Para ser un buen dirigente tuvo que aprender a obedecer. La fidelidad en las responsabilidades pequeñas lo capacitó para llevar las responsabilidades mayores.— La educación, cap. 7, pp. 54-55.

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