DIOS DEBE TENER NUESTRO CONSENTIMIENTO
«Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón y fui ayudado». Salmo 28: 7
ADA VEZ QUE se predica el evangelio, hay también agentes que no son sino intermediarios
de los espíritus mentirosos. Muchos tratan con ellos por simple curiosidad, pero al ver pruebas de que obra un poder más que humano, quedan cada vez más seducidos hasta que llegan a estar dominados por una voluntad más fuerte que la suya. No pueden escapar de este poder misterioso.
Las defensas de su alma quedan derribadas. No tienen vallas contra el pecado. Nadie sabe hasta qué abismos de degradación puede llegar a hundirse una vez que rechazó las restricciones de la Palabra de Dios y de su Espíritu. Un pecado secreto o una pasión dominante pueden mantener a un cautivo tan impotente como el endemoniado gadareno. Sin embargo, su condición no es desesperada.
El medio por el cual se puede vencer al maligno, es aquel por el cual Cristo venció: el poder de la Palabra. Dios no domina nuestra mente sin nuestro consentimiento; pero si deseamos conocer y hacer su voluntad, se nos dirige su promesa: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios» (Juan 8: 32; 7: 17) Apoyándose en estas promesas, cada uno puede quedar libre de las trampas del error y del dominio del pecado.
Cada persona es libre para elegir el poder que quiera que lo domine. Nadie ha caído tan bajo, nadie es tan vil que no pueda hallar liberación en Cristo. El endemoniado, en lugar de oraciones, no podía sino pronunciar las palabras de Satanás; sin embargo, la muda súplica de su corazón fue oída. Ningún clamor de un alma necesitada, aunque no llegue a expresarse en palabras, quedará sin ser oído. Los que consienten en hacer un pacto con el Dios del cielo, no serán abandonados al poder de Satanás o a las flaquezas de su propia naturaleza. El Salvador hace la siguiente invitación: «Vuelvan a mí en busca de ayuda. Que se reconcilien conmigo; sí, que se reconcilien conmigo» (Isa. 27: 5, NTV). Los espíritus de las tinieblas contenderán por el alma que una vez estuvo bajo su dominio. Pero los ángeles de Dios lucharán por esa alma con un poder que prevalecerá. El Señor dice: «“¿Será quitado el botín al valiente? ¿Será rescatado el que es cautivo de un tirano?”. Pero así dice Jehová: “Quizás el cautivo sea rescatado del valiente y el botín sea arrebatado al tirano, pero yo defenderé tu pleito y salvaré a tus hijos”» (Isa. 49: 24, 25).— El Deseado de todas las gentes, cap. 26, pp. 229-230.