EL ZAPATO DEL COLOR CORRECTO
“Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom. 8:28).
En abril de 2011, una amiga y yo fuimos de vacaciones a Barcelona, España. Pasamos unos días maravillosos, descubriendo los hermosos paisajes y los fenomenales edificios y obras de arte, como la famosa “Sagrada Familia”, de Gaudí. Con todo lo que caminamos, me encontré necesitando un nuevo par de zapatos negros y cómodos. Me gustan especialmente los zapatos españoles y los italianos, por la suave piel con que están hechos. Así que, salimos de compras, buscando zapatos. Me probé muchos, pero ninguno era cómodo. El único par de zapatos que cumplía mis requisitos era rojo, no negro. Sin embargo, mi amiga me convenció de comprarlos, porque eran diferentes, y no como lo que yo comprarle normalmente. <p>De vuelta en casa, tres meses después, me rompí el tendón de Aquiles mientras corría. Tuve que usar un yeso durante seis semanas, lo cual me dificultaba mucho moverme. Soy una mujer muy ocupada y siempre estoy apurada, pero Dios, en su compasión, sabía que necesitaba un poco de tiempo para quedarme quieta. Durante este período, Dios me dio tiempo extra para leer su Palabra intensamente, para orar e interceder por otros, y para escribir y aprender más lecciones de vida. Cuando me sacaron el yeso, tuve que usar una bota ortopédica especial. Cuando vi por primera vez la bota que tendría que usar, no pude evitar reírme. El médico me miraba como si me hubiera vuelto loca; pero yo sabía lo que Dios había hecho por mí; ¡porque se preocupa tanto por mí! Cuando fui a la iglesia el sábado siguiente, tenía una bota ortopédica roja… ¡y zapatos chatos rotos! La gente pensaba que había salido a comprar los zapatos para que hicieran juego con la bota, y me elogiaban por vestirme con tanto “estilo”, a pesar de mi lesión. Yo sabía que Dios ya conocía el futuro, y había provisto los zapatos que necesitaría: no negros, sino rojos. Pude testificar acerca de su bondad, y de cómo se preocupa aún por las cosas pequeñas de nuestras vidas. Debe tener un gran sentido del humor, proveyendo para nuestras necesidades aun antes de que le pidamos nada. Él se ocupa de sus hijas de tantas maneras maravillosas. Debo agradecerle cada día por proveer para mis necesidades… ¡incluso, unos zapatos rojos!
Sandra Golding