LA CHAQUETA
“Deléitate asimismo en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Sal. 37:4).
EI Día de la Madre, recibí un correo electrónico de mi hija mayor deseándome feliz Día y animándome a comprarme algo. Le respondí dándole las gracias por acordarse de mí, y le dije que no tenía dinero para ir de compras. Ella me preguntó si había leído su correo hasta el final, pues había adjuntado una tarjeta de cíen dólares de mí tienda favorita.
Efectivamente. Allí estaba la tarjeta de regalo. Yo estaba emocionada, e ilusionada. Le aseguré que iría de compras, y le di las gracias efusivamente por su consideración. Encontré ofertas muy buenas, así que, tuve la oportunidad de comprar varias cosas, entre ellas, una falda que me quedaba muy bien. También vi una chaqueta que hacía juego, pero no la podía comprar. Estaba decepcionada. Quería aquella chaqueta. Como había otras de mi talla, decidí volver en unas pocas semanas, para ver sí el precio estaba reducido.
Dos días más tarde, tuve una fuerte impresión de volver a la tienda. No sentí que Dios me hubiera enviado la impresión, así que, entendí que tenía que haber provenido de mi gran deseo de tener la chaqueta. Sin embargo, la impresión no se iba, entonces decidí volver a la tienda. ¡Quedaba solo una chaqueta! No tenía mucho dinero. ¿Cómo podría conseguirla? Entonces me acordé de una tarjeta de reembolso que había olvidado en mi cartera; pero no estaba segura de si había utilizado todo el dinero que había en ella. Mientras le entregaba la chaqueta y la tarjeta al cajero, le pregunté cuánto dinero quedaba en la tarjeta. Me dijo: 7,65 dólares. ¡Qué bendición!
Mientras regresaba a mi auto, miré la etiqueta, para ver cuánto costaba realmente la chaqueta, porque la factura de venta indicaba 23,99. Para mi asombro, ¡su precio final era de 9,94 dólares! No podía creer lo que veía. Era casi la mitad del precio que había pagado por la falda unos días antes. Di las gracias, y alabé a Dios por asegurarme que él es real y me da evidencias de su presencia en los pequeños detalles de mí vida. Me recordó que todo lo que tengo que hacer es deleitarme en agradarlo como él se deleita en complacerme. Puedo confiar en él no solo para mis necesidades, sino también para los deseos de mi corazón.
Mab/e C. Dunbar