¿QUE PERFUME ES ESE?
“No ungiste mi cabeza con aceite; pero ella ha ungido con perfume mis pies” (Luc. 7:46).
La ciencia ha descubierto la forma de echar perfume en pequeños trozos de cartón, para hacer publicidad. Esos cartones para raspar y oler se insertan en revistas, para que la gente sepa cómo huele un nuevo perfume. Al rasparlos suavemente, se libera la fragancia.
Aunque el propósito de esos cartoncitos es que liberen el aroma cuando los raspas, muchas veces lo liberan incluso sin haberlos tocado. Como el periódico que compramos ahora está incluyendo estas tarjetas de perfume, a veces puedo encontrar el periódico a la mañana temprano sin tener que prender la luz, ¡porque puedo olerlo! No me gustan los perfumes que son tan penetrantes que me hacen lagrimear o me dan dolor de cabeza. En unas clases de etiqueta que tomé de niña, me enseñaron a usar el perfume con discreción. Como decía una amiga de la escuela, no queríamos estar dentro del grupo que podía olerse “al ir y venir”.
Esto de los perfumes me recuerda aun banquete, celebrado hace mucho tiempo, al cual llegó una jovencita, María, sin ser notada. Se acercó a Jesús y lo ungió con un perfume delicioso, y muy caro. Rápidamente el perfume se difundió por todo el ambiente y la gente comenzó a darse cuenta de lo que ella había hecho. Cuando los testigos comenzaron a criticarla, ella persistió en su gesto de amor. Jesús la defendió, y usó su acto de amor para hablar de la inmensa gratitud que sigue al perdón divino (ver Luc. 7:36-50). Al ungir a Cristo, el cabello y las manos de María también quedaron impregnados con la fragancia de su regalo.
A veces me pregunto si mostramos con nuestras vidas al Salvador que hemos aceptado en nuestros corazones. ¿Impartimos el dulce perfume de su amor? ¿O nos apresuramos por la ruta de la vida, impacientes con quienes nos rodean? Para poder mostrar la belleza de Cristo, hemos de pasar tiempo con él en oración y estudio de la Biblia. Durante mi culto personal, él me unge suavemente con el dulce ungüento de la paciencia y la amabilidad. Anhelo ser “fragante” para Jesús todo el tiempo, cada día. Deseo que, cuando la gente se acerque a mí, note que tengo una relación con Cristo y que he sido ungida con su amor.
Mary E. Dunkin