DÍAS ABURRIDOS
“Lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo qué no es, para deshacer lo qué es […] Pero por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención”. (1 Cor. 1:27, 28, 30)
Me levanté esta mañana, como muchas mujeres laboriosas, temiendo subirme a la báscula, preocupándome por las elecciones de hoy y los horarios de mañana; y detestando mi rutina autoimpuesta. Me sentí deprimida por lo de aburridos que eran mis días, y dejé qué mi mente buscara recuerdos que tal vez pudieran levantar mi ánimo: viajes, estudios, independencia, fiestas y posibilidades. Pero esos recuerdos, como fugaces fuegos artificiales, acabaron demasiado rápido, mientras miraba por la ventana el cielo todavía oscuro y volvía a caer en la cama, donde fijé mi vista en los números de mi despertador. ¿Qué me había sucedido? Cuando tenía poco más de veinte años sabía lo que quería y hacía que sucediera. Era fuerte…era enérgica…era confiada.
Oré: “Señor, ¿cómo me he vuelto tan aburrida? ¿No tienes algo único para mí, para dar significado a mi aburrida existencia?” Entonces recordé lo que una vez me dijo Joan, una conocida de la iglesia donde crecí: “Te estaba mirando un día en la iglesia cuando tenías 16 años. No recuerdo si estabas orando o cantando. ¡Estaba tan contenta de ver a una jovencita participando en el servicio de la adoración con tanta desenvoltura! Entonces, recuerdo haber deseado que mi hija, de trece años algún día llegara a ser como tú”.
¿Cómo pudo esa mujer haber visto más allá de mis luchas de adolescente con un trastorno de la alimentación, baja autoestima, fatiga por trabajar tanto para pagar mis estudios y preocupaciones banales, como qué color de lápiz labial usar? Pero, de alguna manera, Joan había visto más allá de mi apariencia y me había admirado por el simple acto de adorar a Dios.
Revitalizada, agradecí a Dios recordarme que nada de lo que hacemos es común y corriente. Lo que más importa no es lo que hemos hecho. Lo que más importante, especialmente en días aburridos, es quiénes somos: hijas de Dios. Él se vale de nuestra cotidianidad para inspirar en otros aspiraciones piadosas. Alabado sea Dios por la cotidianidad de la vida; ojalá él pueda usar tu día aburrido para inspirar a otros.
Wendy William