LA ESPOSA DEL PROFETA EZEQUIEL
ESPOSA Y COMPAÑERA HASTA LA MUERTE
Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, he aquí que yo te quito de golpe el deleite de tus ojos; no endeches, ni llores, ni corran tus lágrimas. Ezequiel 24:15, 16.
¿Qué sabemos de esta heroína de la fe? ¿Por qué llamarla heroína?
En uno de los momentos más trágicos de la historia de Israel, cuando faltaban pocos días para que cayera Jerusalén y el pueblo de Dios marchara a un largo exilio, Dios le anunció a Ezequiel que su esposa, a quien amaba mucho, moriría.
¡En qué momento del ministerio de Ezequiel llegó esta noticia! Desde nuestra perspectiva humana, quizá podríamos decir que fue en el peor momento del ministerio del profeta, pero Dios sabe todas las cosas.
Dos cosas se destacan en la vida y la muerte de la esposa de Ezequiel. De las palabras divinas no podemos inferir que su muerte fuera el resultado de la acción directa de Dios. Muchas veces, en el lenguaje bíblico, se adjudica a Dios lo que él permite o no impide. Es posible que la esposa de Ezequiel estuviera enferma, y que Dios, en su misericordia, la llamara al descanso para que no fuera testigo presencial del horror de la destrucción de Jerusalén (ver 4CBA, 691).
Más importante, esa mujer fue la compañera incansable de Ezequiel. La Biblia dice: “He aquí que yo te quito de golpe el deleite de tus ojos” (Ezequiel 24:16). Esa mujer era lo más preciado y precioso que tenía a su lado. El profeta soportó la prueba, porque “el deleite de sus ojos” se sustentaba en el “deleite del Señor”.
Aquella mujer anónima, heroína por haber sido la compañera dulce en cuyo regazo lloraba el profeta sus angustias, se convirtió en símbolo de esas mujeres que, silenciosas, ayudan cada hora a su compañero en el servicio de Dios. ¡Qué benditas mujeres!
No endechar la muerte de su esposa se convirtió en una señal silente para el pueblo de que Dios estaba con el profeta, fortaleciéndolo y dirigiendo todas las cosas (vers. 24).
¡Cuánta inspiración hay en la dulce compañera de la vida!
Querida hermana, si crees que no tienes dones, tienes el don de ser mujer. Si te toca sufrir las pruebas del ministerio, siéntete privilegiada en el Señor. Él no te probará más de lo que puedas soportar; y tus hijos serán benditos en ti (Proverbios 31:28). –FB