ROY CAMPANELLA
No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa. Isaías 41:10.
Eran las 2:30 de la madrugada del 28 de enero de 1958. Roy Campanella, el receptor de los Dodgers de Los Ángeles, se dirigía a su casa en Glen Cove, Long Island, cuando su automóvil de pronto patinó en una curva en forma de S. El automóvil, sin control, chocó contra un poste telefónico y quedó como un acordeón, y Roy atrapado adentro.
Muy cerca de allí, el Dr. W. Spencer Gurnee escuchó el chirrido de neumáticos y el ruido característico de una colisión. De inmediato saltó de la cama y miró por la ventana. Se puso una bata de baño, pantuflas, y tomando su maletín negro salió a la calle mientras su esposa llamaba a la policía y a la ambulancia. El Dr. Gurnee encontró a Roy Campanella hecho una rosca, y quejándose:
-¡Me duele la espalda! ¡Oh, cómo me duele!
El Dr. Gurnee le aplicó una inyección de morfina y notó que ni siquiera la sintió. Ya estaba paralizado. Más tarde, en el hospital, las radiografías mostraron que, efectivamente, se le había roto el cuello. Nunca más podría caminar. A decir verdad, tenía suerte de seguir con vida.
La noticia del trágico accidente pronto se difundió y causó consternación en todos los ámbitos. Millones de personas que admiraban a Roy, pero que él ni siquiera conocía, pedían a Dios que lo sanara. Por supuesto que su esposa y sus tres hijos también oraban por su recuperación. No obstante las muchas plegarias, Roy nunca sanó. ¿Habrá pensado Roy que Dios lo había desamparado?
-No -sonreía Roy-, Dios no me ha desamparado. Ha estado conmigo durante los largos meses de hospitalización. Me ha fortalecido en mi lucha por sobrevivir. Fue Dios el que me dio el éxito en el béisbol y sé que me dará el mismo éxito en la nueva vida que tengo por delante.
Y Dios continuó bendiciendo a Roy. Le dio valor para llegar a ser independiente nuevamente, poder dirigir una tienda desde su silla de ruedas y criar y educar a sus hijos. Por medio de su testimonio, pudo ayudar a un sinnúmero de minusválidos. Los inspiraba con su valor y les infundía ánimo para vivir vidas útiles. Al ver que Dios estaba con Roy, sabían que también estaría con ellos.