Tomando un par de bueyes, los cortó en trozos y los enviados por todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, diciendo: Así se hará con los bueyes del que no saliere en pos de Saúl y en pos de Samuel. Y cayó temor de Jehová sobre el pueblo, y salió como un solo hombre. 1 Samuel 11:7.
Saúl fue nombrado rey de Israel, pero no fue reconocido por algunos, que se dedicaron a criticarlo. Apenas aparece un nuevo líder, siempre habrá quien lo acepte y quien lo rechace. Saúl ignoró las críticas y se acompañó de aquellos “cuyos corazones Dios había tocado” (1 Samuel 10:26, 27). Como líder, enfócate en quienes ayudan y no en las críticas.
Los habitantes de Jabes de Galaad, que estaban entre los que criticaban, estaban en apuros. Los amonitas querían sitiar la ciudad y esclavizarlos. Como se habían distanciado de sus coterráneos, intentaron una alianza con sus enemigos, los amonitas, quienes pidieron como condición que todos se sacaran el ojo derecho (1 Samuel 11:1, 2). Temerosos, pidieron una tregua de una semana mientras contactaban a los habitantes de Israel para solicitar ayuda. Mejor es confiar en la familia que en los extraños.
Cuando Saúl escuchó lo sucedido, se llenó de indignación (vers. 6). La indignación que se siente frente a la injusticia y el maltrato de los más desafortunados es apropiado. El Espíritu Santo usó la actitud de Saúl frente a tal abuso para traer liberación y justicia. Si alguna vez sientes indignación por alguna injusticia, ruega a Dios que la canalice en forma constructiva.
La energía e ingeniosidad de Saúl contagiaron a todos, quienes, con reverencia a Dios, se unieron para hacer lo correcto en el tiempo debido. Pusieron a un lado las críticas y el descontento. Trescientos mil soldados salieron en defensa de sus hermanos de Jabes. Como nuevo rey, Saúl se preocupó por el bienestar de toda su gente (vers. 5); protegió la seguridad y el honor de Israel; apoyó su liderazgo en la experiencia de Samuel como juez; aunque ungido como rey, siguió humildemente trabajando con su yunta de bueyes; y cuando obtuvo la victoria, dio honor a Dios (vers. 13); escogió la mejor hora para atacar sorpresivamente (vers. 11); y perdonó la vida de quienes se le habían opuesto (vers. 13). El resultado de su actitud fue la unificación de Israel y el reconocimiento público como rey. Toda una nación fue beneficiada por la actitud correcta de su líder. Revisa qué cualidad de tu liderazgo aún necesita ajustes.