Miercoles 30 de Octubre – PEQUEÑOS COMIENZOS – Devocional para Adultos

PEQUEÑOS COMIENZOS

“Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia” (1 Corintios 14:12).

 Hace exactos 38 años, predicaba mi primer sermón. Había sido invitado a hablar en un camporí de Conquistadores. Vergüenza es la palabra que mejor representa lo que sentí después de concluir aquel mensaje. De todos modos, todavía guardo con cariño el sermón que presenté. Las hojas están amarillentas, pero me recuerdan cómo trabaja Dios, con pequeños comienzos. Yo era un niño, y le pedí a mi padre que me preparara el mensaje. Él escribió un texto especial en seis pequeñas hojas de papel dactilografiadas.

Durante varias semanas practiqué, prediqué delante del espejo y memoricé el texto. Sin embargo, cuando llegué a aquel evento y vi a los 1.600 participantes en la ceremonia de apertura, me desesperé. Mi salida era esconder el nerviosismo en el momento de la predicación. Pensé en protegerme detrás del púlpito, para que nadie viera mis piernas ni mis manos temblar al agarrar los papeles. Para mi desesperación, al llegar a la plataforma, descubrí que no había púlpito; apenas un pedestal con un micrófono. Todos mis planes se fueron al suelo. No tenía manera de esconder mi nerviosismo.

Cuando comencé a predicar, el problema se hizo evidente. Por causa de la tensión, no conseguía recordar el sermón. Levantaba las hojas para leer e inmediatamente comenzaba a temblar. Cuando bajaba los papeles, yo me olvidaba del texto y tenía que levantar las hojas otra vez. Subía y bajaba aquellas hojas como si fueran un abanico. Terminé presentando todo el mensaje en tres minutos y medio.

Decidí que nunca más iba a predicar y entendí que no era mi don. No quería pasar vergüenza otra vez. Sin embargo, poco tiempo después, fue invitado por mi club de Conquistadores para predicar y terminé aceptando. Adapté el mismo mensaje, agregué más versículos bíblicos e intenté hacerlo más extenso; pero la vergüenza me invadió nuevamente. Prediqué todo el mensaje en poco más de cinco minutos.

Todo esto me indicaba que predicar no era mi vocación, pero Dios trabaja con pequeños comienzos. Él puede usar nuestros fracasos aparentes como preparación para victorias mayores.

Acepta hoy el llamado del Señor, y no te escondas detrás del miedo y la vergüenza. Si te sientes incapaz para tu misión, recuerda que Dios sabe cómo trabajar piedras en bruto y transformarlas en joyas preciosas para su causa.

Radio Adventista

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