VESTIDURAS PARA EL REMANENTE
«Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?». Apocalipsis 7: 13
LOS HIJOS DE DIOS han sido muy deficientes en muchos aspectos. Satanás tiene un conocimiento exacto de los pecados que él los indujo a cometer, y los presenta de la manera más exagerada, declarando: «¿Me desterrará Dios a mí y a mis ángeles de su presencia, y, sin embargo, recompensará a aquellos que han sido culpables de los mismos pecados? Tú no puedes hacer esto con justicia, oh Señor. Tu trono no subsistirá en rectitud y juicio. La justicia exige que se pronuncie sentencia contra ellos».
Pero aunque los seguidores de Cristo han pecado, no se han entregado al dominio del mal. Han puesto a un lado sus pecados, han buscado al Señor con humildad y arrepentimiento y el Abogado divino intercede en su favor. El que ha sido el más ultrajado por la ingratitud de ellos, el que conoce sus pecados y también su arrepentimiento, declara: «¡Jehová te reprenda, oh Satán! Yo di mi vida por estas almas. Están esculpidas en las palmas de mis manos». […]
Mientras los hijos de Dios afligen sus almas delante de él, suplicando pureza de corazón, se da la orden: «Quítenle esas vestimentas viles», y se pronuncian las alentadoras palabras: «Mira que he hecho pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala» (Zacarías 3:4). Se pone sobre los tentados, probados, pero fieles hijos de Dios, el manto sin mancha de la justicia de Cristo. El remanente despreciado queda vestido de gloriosos atavíos, que nunca han de ser ya contaminados por las corrupciones del mundo. Sus nombres permanecen en el Libro de la Vida del Cordero, registrados entre los fieles de todos los siglos. Han resistido los lazos del engañador; no han sido apartados de su lealtad por el rugido del dragón. Ahora están eternamente seguros de los designios del tentador. Sus pecados han sido transferidos al originador de ellos.
Y ese remanente no solo es perdonado y aceptado, sino honrado. Se coloca una «mitra limpia» sobre su cabeza. Han de ser reyes y sacerdotes para Dios. Mientras Satanás estaba insistiendo en sus acusaciones y tratando de destruir esta hueste, los ángeles santos, invisibles, iban de un lado a otro poniendo sobre ellos el sello del Dios viviente. Ellos han de estar sobre el monte de Sion con el Cordero, teniendo el nombre del Padre escrito en sus frentes. Cantan el nuevo himno delante del trono, ese himno que nadie puede aprender sino los ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de la tierra.— Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 448-449, 450.