CREAR BELLEZA
“Mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Cor. 12:9).
Cuando partía de la hermosa Isla tahltiana de Huahini luego de un bendecido congreso de damas, una de las señoras locales me dio una perla de regalo. ¿Una perla? ¡No podía creerlo! Las perlas son tan valiosas que pensé que no merecía un regalo tal.
El nacimiento de una perla es un evento realmente milagroso. Una perla natural comienza su vida con un objeto foráneo, como un parásito o un pedacito de concha marina u otra impureza, que accidentalmente queda atrapado en el suave interior de una ostra. Con el fin de aliviar la irritación, el cuerpo de la ostra toma una posición defensiva y comienza a segregar una sustancia cristalina y dura alrededor del elemento irritante, para protegerse. Esta sustancia se llama “nácar”. Mientras el objeto permanezca dentro de su cuerpo, la ostra seguirá secretando nácar, capa sobre capa. Con el paso del tiempo, el objeto irritante quedará totalmente cubierto por las capas cristalinas. Y el resultado final es la hermosa gema que conocemos como perla. ¡Qué proceso maravilloso! Esto presenta una buena metáfora para la fuerza espiritual. Dios utiliza fuerzas externas intensas para eliminar las impurezas y perfeccionar su fuerza en nosotros.
El poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad, dice el apóstol Pablo. Me gustaría que este versículo no fuera cierto, ya que no me gusta ver mujeres débiles, sin fuerzas a causa de la pobreza, el maltrato, la falta de educación o problemas de salud. En este momento, al escribir este devocional, una amiga mía está muriendo de cáncer. He conocido mujeres en la India que fueron abandonadas por sus esposos; viudas en Nigeria que se quedaron con nada; jóvenes mujeres de Tailandia que luchan por educarse para huir de la prostitución. Pero las buenas noticias son que Dios todavía trabaja en nosotras, a través de nosotras, donde estemos. Y él trabaja a través de nuestra debilidad. Él promete fortalecernos mediante nuestras dificultades y pruebas.
Quizás hoy es el día en que tienes que mirar tu vida, elevar la mirada y reclamar esta promesa: “Señor, soy débil. Pero sé que, a través de ti, puedo ser fuerte y hermosa como una perla”. El propósito final de nuestro amante Dios es hacernos fuertes, mientras continuemos dependiendo de él.
Señor, gradas por darnos la fuerza para vivir los desafíos de hoy. Ayúdanos a recordar que puedes tomar las heridas más dolorosas de nuestras vidas y convertirlas en algo hermoso.
Raquel Queiroz da Costa Arrais