JUAN WICLEF
Pues no podemos oponemos a la verdad, más bien siempre debemos defender la verdad. 2 Corintios 13:8.
Hace quinientos años había pocas Biblias, ya que tenían que ser copiadas a mano. Las pocas copias disponibles estaban en latín o griego, lenguajes que solo entendían unos pocos eruditos de los monasterios y las universidades. Uno de ellos que podía leer y comprender la Biblia era Juan Wiclef, profesor de Teología de la Universidad de Oxford.
“Estas palabras de verdad son demasiado buenas para callarlas”, declaró el profesor Wiclef. “Traduciré la Biblia para que todos los hombres en Inglaterra puedan leer las obras maravillosas de Dios. De esta manera, el común del pueblo dejará de ser engañado por el clero”.
-Los frailes se enriquecen con el dinero del pobre -enseñaba Wiclef-, Venden indulgencias y otorgan absolución a los peores criminales. Si el pueblo tuviera acceso a la Biblia en su propio idioma, podría saber que la salvación es un don gratuito de Dios.
-Debemos ponerle fin a la predicación de Wiclef-decidieron los frailes. Aunque trataron de hacerlo, parecía imposible acallar la voz del maestro, hasta que enfermó de gravedad. Ocho representantes de la iglesia se reunieron alrededor de su lecho.
-Vas a morir -se burlaban de él-. Ahora es la oportunidad de retractarte de lo que has escrito contra el Papa y sus frailes.
-Ayúdame a levantarme -le pidió Wiclef a su ayudante.
Una vez que logró incorporarse en la cama, miró a sus acusadores a los ojos y respondió con voz firme:
-¡No moriré! ¡Más bien viviré, y nuevamente expondré los actos pecaminosos de los frailes!
Sorprendidos, los monjes salieron apresuradamente de la habitación para planear otra manera de detenerlo.
Wiclef sanó. Y continuó traduciendo la Biblia y enseñando. En tres ocasiones lo enjuiciaron por causa de sus creencias religiosas. En el tercer juicio, dijo:
-¿Con quién creen que están tratando? ¿Con un pobre viejo al borde de la muerte? ¡No! ¡Luchan contra la verdad, y la Verdad es mucho más poderosa que ustedes!
Juan Wiclef tenía razón. La verdad triunfó. En virtud de ello, tú y yo podemos leer la Biblia en nuestro propio idioma hoy.