El amor perfecto expulsa todo temor. 1 Juan 4:18.
El miedo hace que tu corazón se acelere y te tiemblen las rodillas. Puede hacer que tu mente quede en blanco y que tu lengua se entorpezca. La gente habla de quedar “petrificado” de miedo. Es como una especie de parálisis de temor, y contra ella no se puede hacer nada.
Es algo así como la poliomielitis, enfermedad que dejó a Franklin Delano Roosevelt inválido de por vida el 9 de agosto de 1921. Aquel día, mientras navegaba, cayó al océano e inevitablemente tragó agua salada. Al día siguiente se sentía cansado, y al otro, una pierna dejó de funcionar, y después la otra. No existía una vacuna en aquella época, ni medicina que lo pudiera ayudar. Permaneció inválido por el resto de su vida.
Cuando Roosevelt llegó a la presidencia de los Estados Unidos, le declaró la guerra a la poliomielitis. Estableció la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil. Esa organización realizaba campañas para recabar fondos con qué pagar a científicos dedicados a buscar el medio de prevenir esta terrible enfermedad que arruinaba tantas vidas.
Uno de los investigadores que respondió fue Jonás Salk. Cultivaba los virus de la poliomielitis en su laboratorio en Pittsburgh, y después los mataba con formaldehído. Luego los sometía a cocción durante varios días. Sus investigaciones demostraron que una inyección de los virus muertos provocaba en el organismo la formación de anticuerpos que combatían a los gérmenes del polio.
En mayo de 1953 él, su esposa y sus tres hijos recibieron las primeras vacunas contra la poliomielitis, cuyo resultado fue efectivo y altamente positivo para ellos. Este hecho permitió que incontables personas fueran vacunadas también. Posteriormente, los científicos desarrollaron una vacuna que sería administrada por vía oral.
Jonás Salk recibió el Premio Presidente y una medalla de oro del Congreso por su descubrimiento de la vacuna contra la poliomielitis. Se negó a recibir cualquier recompensa económica. Para él, era más que suficiente saber que había contribuido a que miles de niños se libraran de la invalidez por causa de dicha enfermedad.
Ahora bien, ¿y en cuanto a nuestros temores, que también pueden paralizarnos? ¿Habrá alguna vacuna contra ellos? ¡Puedes estar seguro de que sí! Se llama amor. El amor de un amigo te infunde aliento. El amor y el cuidado de tus padres te ayudan a sobreponerte a tus temores. El amor de Dios hace a un lado los rezagos del temor. Así que, la próxima vez que sientas temor, trata de pensar en alguien que te quiere mucho.