Santa Cena
“Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga” (1 Cor. 11: 26).
Soy miembro bautizada de la iglesia desde que tenía siete años, por lo que he formado parte de muchísimos servicios de Santa Cena. Siempre supe de qué se trata este servicio: Jesús muriendo en la cruz por nuestros pecados. Los servicios siempre eran tradicionales: un sermón, el rito de humildad (lavado de pies), oraciones por el pan y el jugo de uva, la distribución, un pensamiento final, alabanza, y conclusión.
Desde que nos mudamos, hemos tenido Santa Cena los viernes de noche y los sábados de tarde. Aunque se utilizaban los mismos elementos tradicionales, incluían ilustraciones que me ayudaron a entender mejor lo increíble del sacrificio de Cristo.
En un servicio de viernes de noche, el pastor dio un corto sermón sobre cómo Dios nos perdona, sin importar lo que hayamos hecho. Todo lo que debemos hacer es confesar nuestros pecados y dejarlos al pie de la cruz. En el frente de la iglesia había una cruz, cruel y desnuda. Los diáconos nos repartieron un trozo de cinta roja a cada uno y, en el momento adecuado, se pararon en el frente con un martillo y clavos. Nos dijeron que pensáramos en las cintas como nuestros pecados. Uno por uno pasamos al frente y, usando el martillo, clavamos las cintas (nuestros pecados) en la cruz. Mientras tanto, cantábamos “¡En la cruz, en la cruz, mis pecados clavó!” No pude sino visualizar la magnitud del dolor que Cristo debió haber sufrido al pender cruelmente de la cruz del Gólgota, por pecados que no había cometido. Él lo hizo por amor, por ti y por mí. ¡Esa fue la mayor demostración de amor! Lo hizo por nosotros.
No estuve cuando lo clavaron en esa cruz, pero experimentar este servicio de Santa Cena en particular me hizo temblar al darme cuenta de cómo murió Jesús. Vinieron a mi mente las palabras de la canción que dice: “Lo colgaron en lo alto, lo estiraron, colgó su cabeza y murió por mí. Eso es amor”.
Si los confesamos, él perdona todos nuestros pecados. Aunque nuestros pecados sean rojos como esas cintas, Cristo ha prometido volver nuestros corazones blancos como la nieve. Oro para que, al continuar participando de servicios de Santa Cena, nos concentremos profundamente en la cruz y su maravilloso significado: todo fue solo por ti y por mí.
MARIE H. SEARD