Los justos florecerán como palmeras
«El justo florecerá como la palmera crecerá como cedro en el Líbano» (Salmos 92: 12).
EL HOMBRE que cree en Dios y está fundamentado en Cristo, es considerado justo, y la Palabra inspirada lo compara con una palmera. Existen alrededor de 2800 especies de palmeras. Las palmeras del desierto, las datileras, las cocoteras en las orillas de los mares y las palmeras jardineras son las más conocidas. La mayoría vive cerca de 200 años, y las del desierto resisten temperaturas altas y bajas. La palmera conífera (la que tiene cocos) crece hacia dentro, al igual que la datilera. Su corazón es blanco y blando, nunca se pudre. Por eso, Dios comparó al creyente con la palmera. Su desarrollo depende del corazón, de lo que tiene dentro. Su corazón debe ser puro, y no dejarse corromper por la amargura, el odio, el celo o la envidia.
La palma crece en el desierto, un lugar de sequedad y desolación, pero florece y da frutos donde otros árboles mueren. Para sobrevivir, almacena agua en su tallo en tiempos de lluvia para el tiempo de sequía. De la misma manera, al enfrentar circunstancias difíciles, el cristiano crece y da frutos para Dios. El desierto no ejerce influencia sobre la palmera, porque no toma agua de la arena sino de las profundidades a las que llegan sus raíces. El cristiano, cual José en Egipto y Daniel en Babilonia, no se deja influenciar por el mundo y las costumbres que lo rodean. Vive porque sus raíces toman del agua de vida y se alimentan diariamente de la Palabra de Dios.
La palma es notable por su utilidad. Puede dar más de 200 frutos, y toda la palma (fruto, tronco, hojas, raíz) es aprovechada por el hombre. Como dice el salmista en Salmos 92: 14, el cristiano aun en la vejez fructificará. Dios espera frutos abundantes de sus hijos y una dependencia plena de él. De nuestro corazón deben fluir torrentes de agua viva y palabras que traigan esperanza al necesitado.
La palmera se reproduce con una sola semilla y no acepta injertos. Siembra una palma y aparecerán muchas a su alrededor. Cuando se hallen unas 30 palmeras juntas, se formará un oasis, porque las raíces traen agua a la superficie, dan sombra y alimento. Esto nos enseña que debemos cumplir la misión, multiplicarnos como creyentes. Debemos mantener armonía entre nosotros y ser una bendición para todo el que nos rodea. Así como la palmera es símbolo de triunfo, nosotros somos victoriosos en Cristo Jesús. Te invito a vivir esta experiencia en este día, ahora que comienzas tus actividades diarias.