SOLO UNO
“Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Cor. 10:12).
Has sentido el tira y afloja por la batalla de las almas? La obediencia a Dios nos fortalece, pero al desobedecer perdemos nuestro equilibrio. ¿De qué lado estás?
Un solo mordisco a aquella fruta no parecía mucho, pero estaba prohibido: no debían tocarla. La prueba de Adán y de Eva se repite en nuestros días. La serpiente es sutil, lo sé muy bien. Después de haber escuchado “inocentemente” su susurro, busqué en Internet a un antiguo novio, y solté momentáneamente la mano de Jesús. Este acto de curiosidad me colocó en terreno enemigo. Al no encontrar nada en Internet, dejé de mirar. Pero el susurrador estaba observando; conocía muy bien mi talón de Aquiles. Pronto, mi ex novio se puso en contacto conmigo.
Me pidió que escuchara una de nuestras viejas canciones de amor; lo que fue un gran error. Volví atrás 33 años. Era como una alocada adolescente nuevamente. Cuanto más escuchaba la canción, más tenía acceso al espíritu rebelde que se escondía detrás de ella. Una breve visita comenzó con un prolongado abrazo. Otro gran error; no hice caso del consejo de reservar las caricias hasta estar comprometidos el uno con el otro. Un regalo y una tarjeta de cumpleaños nos unieron aún más. Otras tentaciones vinieron -una aquí, otra allá-. Hasta me sentía cómoda en la trampa, convencida de que mi tolerancia a su estilo de vida lo llevaría al Señor. Pero, en lugar de eso, me estaba llevando a mí por mal camino. Su declaración de amor eterno era halagadora; otra de las tácticas favoritas del enemigo.
¡Alabado sea el Señor!: él me libró de esa trampa. Pero las cicatrices y el dolor todavía se mantienen. A menudo pensamos que “solo una vez” no hará daño a nadie. En esto estamos muy equivocadas: un acto de locura, un momento de descuido, pueden tener consecuencias eternas. Y Satanás sabe que uno puede dar lugar a dos, tres y cuatro… No podemos dejarle ningún espacio, porque por ahí va a entrar. Estamos siendo preparadas para la prueba final de lealtad, que puede pasarse exitosamente si Dios es lo primero en nuestra vida. Cuando seamos tentadas a dar ese “pequeño mordisco”, tenemos que huir, alejarnos del M-A-L-l-G-N-O para V-l-V-l-R.
¿Qué (o quién) es tu talón de Aquiles? Por nada (ni nadie) vale la pena perder el cielo. Vamos a fijar nuestros talones en el terreno firme de la verdad. No te alejes nunca de nuestro único y verdadero amor, enviado desde arriba.
Clarissa J. Marshall