TRIFENA Y TRIFOSA MUJERES DEDICADAS
Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, esa será alabada. Proverbios 31:30.
Dios no hace acepción de personas. Quiere que todas le sirvamos de corazón. Nos ha dotado con los talentos necesarios para ello. En el capítulo 16 de Romanos encontramos una lista de nombres de mujeres que le sirvieron con entrega y devoción, en una época cuando la mujer era tratada como un objeto o una propiedad.
El verbo que usa Pablo para referirse a las mujeres que los asistían es kopiao, el mismo que usa para referirse a sus propias tareas de evangelización y enseñanza; y que aplica a aquellos, como la familia de Estéfanas, que se dedicaron al servicio de los santos, es decir a ministrar (diakonían) a los santos (ver 1 Corintios 16:15).
En mi experiencia de 25 años como evangelista, ministerio al que me he dedicado después de haber atendido a mi familia como mi primer campo misionero, puedo testificar de lo gratificante que es dedicarse a difundir el evangelio de nuestro Señor Jesús. Aunque antes no me lo había propuesto, un día sentí la necesidad de poner mi granito de arena en la predicación del evangelio, ayudar a las familias y dirigir series de conferencias de evangelización donde me invitaran. Ese día leí detenidamente esta declaración de Elena G. de White y tomé la decisión de colaborar:
“El Señor de la viña está diciendo a muchas mujeres que no están haciendo nada: ¿Por qué estáis todo el día ociosas?’ Las mujeres pueden ser instrumentos de justicia y rendir un servicio sagrado. María fue la primera en anunciar a Jesús resucitado, y se necesita la influencia refinadora y suavizante de las mujeres cristianas en la gran obra de predicar la verdad para este tiempo. Si hubiera veinte mujeres donde ahora hay solo una, que hicieran de la salvación de las almas su más deseada tarea, veríamos muchos convertidos a la verdad. Un trabajo celoso y diligente en la causa de Dios será plenamente exitoso y asombrará por los resultados” –HD, 14.
Querida, te pido que reflexiones en esto: Si Pablo tuviera que dar saludos a las mujeres de tu iglesia ¿se acordaría de ti por nombre, y de tu fidelidad y servicio para el Señor? Anhelo que así sea. –AC