NUESTRA IDENTIDAD
“Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17).
Uno de los grandes desafíos de la iglesia remanente es preservar su identidad sin perder la relevancia. Necesitamos continuar siendo el pueblo “que guarda los mandamientos de Dios y tiene el testimonio de Jesús” y, al mismo tiempo, atender las necesidades de quienes viven en el siglo XXI.
Sin embargo, ciertos énfasis han perjudicado el equilibrio de la iglesia. Algunos han defendido la visión de una iglesia social, que hace del servicio a la comunidad su mayor prioridad. Desde esa perspectiva, el alivio del sufrimiento humano asume el protagonismo y la salvación eterna pierde espacio. Otros, por su parte, defienden la búsqueda de la igualdad religiosa; pretenden anular nuestra identidad distintiva en busca de una mayor aceptación popular, haciéndonos más evangélicos y menos remanentes. Hay quien defiende también un menor énfasis en la Biblia y en los escritos de Elena de White. Este segmento se apoya en las propias opiniones y valora en exceso a los grandes nombres de las ciencias sociales o del mercado editorial evangélico.
Somos una iglesia abierta a lo nuevo, siempre que eso nos fortalezca, y no nos empobrezca. Las innovaciones son bienvenidas si profundizan nuestro compromiso con la Palabra de Dios y nos ayudan a transmitir nuestro mensaje profético con amor, sensibilidad y relevancia.
Nuestro llamado y nuestra identidad están bien definidos. Para mantenerlos, necesitamos dejar de lado la arena movediza de las interpretaciones personales y continuar firmes en la roca del “Así dice el Señor”. No podemos relacionarnos con la Revelación divina como si fuera un producto en la estantería de un supermercado, de la que solamente tomamos lo que nos interesa.
Nuestra relación con la sociedad no debe ser como agua y azúcar, que cuando se mezclan se unen y no es posible diferenciarlos. Tenemos que ser como el agua y el aceite, que cuando se mezclan permanecen bien diferenciados. Como dijo alguien: “La iglesia necesita atraer por la diferencia, y no por la igualdad”.
En una carta enviada a su hijo Edson y a su nuera, Emma, Elena de White alertó: “Todas las fuerzas de ángeles malos combinadas con hombres malos estarán en acción para suprimir la verdad”. En ese campo de batalla, mantén tu fidelidad y tu identidad fuertemente basadas en la comunión con Dios y su Revelación.