EDUCAR PARA EL ÉXITO
«Ester, según le había mandado Mardoqueo, no había revelado su nación ni su pueblo, pues Ester hacia lo que decía Mardoqueo, como cuando él la educaba» (Ester 2: 20).
ESTER no fue educada para ser reina, sino para ser una mujer de bien y, en consecuencia, llegó a ser reina. Su primo Mardoqueo, quien la adoptó como hija, le dedicó el tiempo necesario para educarla para el éxito, sin saber que ocuparía el lugar de la reina Vasti. Mardoqueo le enseñó los principios básicos de la vida: la obediencia y la lealtad a Dios. Este principio divino fue básico para que Ester fuera una mujer prudente en el palacio y se ganara el aprecio de todos.
Otros principios fueron la humildad y la sencillez, a pesar de ser hermosa y elegante. La humildad que la caracterizó hizo que hallara gracia ante el eunuco Hegai, que cuidó de ella. Sobre todas las cosas, lo más valioso que le enseñó Mardoqueo fue a amar a Dios. Nunca estuvo dispuesta a traicionar su fe por el placer, ni las riquezas, ni el honor de ser la reina de Persia. Al contrario, se tomó de la mano de Dios para liberar a su pueblo de un decreto de muerte inminente.
La educación de un hijo en el camino de Dios es la clave del éxito para una familia. Si los padres le dedican todo el tiempo necesario, y le enseñan los principios básicos de un cristiano genuino, los frutos serán abundantes y esa educación recibida de los padres perdurará para siempre. Todo lo que un padre invierte en la educación de un hijo (tiempo, dinero, amor y cuidado), tiene su recompensa, y la edificación de una vida sobre la roca ayudará a soportar las pruebas y a salir victorioso.
Dadles instrucción religiosa diariamente. Enseñadles a amar a Dios y ser leales a los principios de rectitud. Con una fe elevada y ferviente, dirigida por la influencia divina del Espíritu Santo, trabajad, trabajad ahora (E. G. White, Conducción del niño, pág. 527).
Oremos pidiendo sabiduría para educar a nuestros hijos para la eternidad.