ACEPTACIÓN
Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe. 1 crónicas 4:10.
¿Quién no se ha burlado de alguien alguna vez? Las víctimas suelen ser personas vulnerables o indefensas, como Lorenzo.
Lorenzo era el hazmerreír de los muchachos del campamento de verano. Lorenzo (no puedo revelar su nombre verdadero) padecía una ligera disfunción mental. Por ello, no medía el peligro. Iba tras cualquier aventura real o imaginaria. Los doscientos muchachos que acampaban en las montañas de Sonora advirtieron su deficiencia y le sacaron provecho. Toda la semana se rieron de él.
La burla llegó a su clímax en la cena de gala. Los burladores lo rodearon con muchachas que se prestaron al juego fingido de la seducción, y lo nombraron el acampante más destacado. La fiesta transcurría sin novedad, hasta que a uno se le ocurrió gritar: “¡Que cante Lorenzo!” “¡¿Sí, que cante el apenitas?!” “¡Que cante ‘el Chato maracas!”, gritaron los que conocían sus apodos.
Lorenzo se negó al principio, pero doscientas voces coreando su nombre ejercían una presión difícil de resistir. Y Lorenzo apareció en el escenario. El público estaba expectante, listo para estallar en carcajadas. Pero al escuchar las primeras frases quedó hechizado. Lorenzo cantaba como un profesional. Su voz era sedosa, dulce y profunda; su expresión seductora, su entrega poderosa. Cuando terminó de cantar, la multitud permaneció callada, inmóvil, hasta que el primer alarido estremeció el salón, y luego los aplausos.
Lorenzo salió en hombros del salón.
Al día siguiente, me sentí honrado al viajar con Lorenzo de regreso a la ciudad. Él vivía en mi casa.
Abundan los Lorenzos. Tal vez a ti te han tratado así. Eres rico en talento y simpatía, pero tienes un perfil bajo, eres sencillo, humilde y pacífico, y te juzgan mal.
No les hagas caso. Mira a Jesús, quien te ama tal como eres.