Miercoles 26 de Junio – LA REINA GENEROSA – Devocional para Damas

CANDACE

LA REINA GENEROSA

Id, y haced discípulos a todas las naciones… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Mateo 28:19, 20.

Lo poco que sabemos de la reina Candace viene de la historia y de la arqueología. El historiador romano Eusebio, al mencionar a Felipe, “el evangelista”, observa que Etiopía, según la costumbre ancestral, era regida por mujeres.

Se ha descubierto que el nombre “Candace” (Kendake o Kentake), que significa “gran mujer”, era un nombre común que señalaba a un título real o al nombre dinástico de las reinas de Meroe, la antigua capital de Etiopía. En hallazgos recientes en el cementerio real de Nubia (otro nombre para Etiopía) aparece la Candace bíblica con el nombre de Amanitere, y se indica allí que reinó desde el 25 d.C. hasta el 41 d.C. Su capital se encontraba a unos 208 kilómetros al norte de Jartum, entre la quinta y la sexta cataratas del Río Nilo cuando todo ese territorio era Etiopía.*

En toda la Biblia se menciona el nombre de Candace solamente una vez, en el libro de Hechos de los apóstoles (Hechos 8:27). Se la menciona en el contexto del viaje de un eunuco para rendirle culto al Dios verdadero en Jerusalén. Este hombre era el encargado de todos sus tesoros. Nos preguntamos, ¿qué motivó a una reina pagana a permitirle a uno de sus jefes más valorados hacer un viaje tan extenso y largo por motivos religiosos? El eunuco sabía algo del judaísmo, pues cuando Felipe salió a su encuentro estaba leyendo el libro de Isaías. Podemos suponer que, mediante la lectura de este libro y tal vez otros del Antiguo Testamento, el eunuco conocía el concepto de un Dios único y creador. Sería extraño que al haber descubierto semejante concepto no hubiera compartido con su reina algunas ideas nuevas que a ella le habrían agradado. Nada de esto sabemos, pero entendemos que entre el eunuco y su reina había una relación mediante la que se abrió la puerta al evangelio de Jesucristo en esta poderosa nación.

¿Importa, pues, la manera en que tratamos a los demás? El amor y el respeto se los debemos a todos, incluso a quienes no pueden beneficiarnos. ¿Quién sabe cómo va a usar Dios esa relación, preservada por el respeto y por la consideración, para abrirle la puerta de salvación a alguna persona o, incluso, a una nación entera? –LMG

Radio Adventista

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