Miercoles 26 de febrero – JORGE EASTMAN – Devocion Matutina Jóvenes

JORGE EASTMAN

Los que encubren sus pecados no prosperarán, pero si los confiesan y los abandonan, recibirán misericordia. Proverbios 28:13.

Jorge Eastman fue quien despertó en millones de personas la afición por la fotografía, cuando inventó la cámara Kodak, a bajo costo y con película flexible enrollada. Se crió en Rochester, Nueva York, donde le gustaba jugar béisbol.

Cierto día caluroso de verano, Jorge jugaba con cinco amigos en un terreno baldío. Hobart se inclinó sobre la base meta con una mirada feroz. Jimmy se alistó y lanzó una pelota rápida. Hobart blandió el bate con toda sus fuerzas y le pegó a la pelota. Más y más esta se elevó, hasta pasar por encima de las cabezas de los jardineros y sobre el cerco de madera que había entre el lote baldío y la casa de la viuda Grant. Los muchachos escucharon el golpe y el ruido característicos de una ventana rota.

-¡Oh, no! ¡Vámonos de aquí! -gritó Ben.

-¡Esperen! -ordenó Jimmy- Tenemos que recuperar esa pelota. Es la única que tenemos.

-Hobart es el que debe ir. Él fue quien bateó la pelota -sentenció Jimmy. -Tengo miedo -contestó Hobart, cuya barbilla le temblaba al hablar. -Creo que fuimos cobardes al huir -confesó Jorge-, Vamos, Hobart, yo te acompaño.

Jorge sentía que las piernas le fallaban a medida que se acercaban a los escalones que los conducirían al pórtico de la casa. El latido del corazón se le aceleró cuando extendió la mano para tocar el timbre. De repente, se abrió la puerta y allí, frente a ellos, estaba la viuda Grant, quien les sonreía.

-¿Es de ustedes esto? -les preguntó a la vez que les mostraba su pelota de béisbol.

-S…Si; -tartamudeó Jorge-, Lo sentimos, Sra. Grant. No fue intencional lo de su ventana. Le pagaremos por el vidrio.

-Lo sé -los ojos azules de la Sra. Grant irradiaban afecto y bondad cuando sonreía-. Ya no puedo salir sola de la casa y me encanta

verlos jugar. Ahora, dense prisa y terminen su partido.

-Qué buena es -dijo Hobart cuando estaban nuevamente en la calle-. Me alegro de que hayamos regresado, ¿y tú?

-Así es -admitió Jorge.

Les asistía la completa satisfacción de haber hecho lo que sabían que era correcto.

Radio Adventista

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