VICTORIOSOS SOBRE LAS PRUEBAS
«Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito». 1 Pedro 4: 12, NVI
EN ESTE TIEMPO de prueba, necesitamos alentarnos y consolarnos mutuamente.
Las tentaciones de Satanás son ahora mayores que nunca, pues sabe que le queda poco tiempo y que muy pronto cada caso será decidido para vida o para muerte. Ahora no es el momento de dejarse vencer por el desaliento ni de sucumbir bajo la prueba. Hemos de sobreponernos a todas nuestras aflicciones y confiar plenamente en el todopoderoso Dios de Jacob. El Señor me ha mostrado que su gracia es suficiente para resistir todas las pruebas, y aunque estas sean más fuertes que nunca, si tenemos absoluta confianza en Dios, podremos vencer todas las tentaciones y por su gracia salir victoriosos.
Si resistimos las pruebas y logramos triunfar sobre las tentaciones de Satanás, entonces soportaremos la prueba de nuestra fe, que es más preciosa que el oro, y saldremos de ella fortalecidos y preparados para sobrellevar las demás pruebas que puedan llegarnos. Pero si nos acobardamos y cedemos a las tentaciones de Satanás, nos volveremos más débiles, no obtendremos los beneficios que acarrean las pruebas, y no estaremos bien preparados para resistir lo que nos sobrevenga después. Así nos iremos debilitando cada vez más, hasta que Satanás nos lleve cautivos a su voluntad.
Debemos llevar puesta toda la armadura de Dios, y estar listos en todo momento para enfrentar los ejércitos de las tinieblas. Cuando nos asalten las tentaciones y las pruebas, acudamos a Dios para luchar junto a él en oración. No nos dejará volver vacíos, sino que nos dará fortaleza y gracia para vencer al enemigo. ¡Ojalá que todos pudieran ver esto claramente y soportaran las pruebas como buenos soldados de Jesús! Entonces el Israel espiritual podría seguir adelante, confiando en el Señor y en el poder de su fortaleza.
Dios me ha mostrado que él ha dado a los suyos una copa amarga a fin de limpiarnos y purificarnos. Es un trago muy amargo, pero podemos amargarlo todavía más con nuestras murmuraciones, quejas y lamentos. Quienes no lo reciban habrán de beber otro trago, porque el primero no hizo en su carácter el efecto deseado. Y si el segundo tampoco les aprovecha, habrán de ir bebiendo otro y otro, hasta que cumpla su efecto, o serán dejados sucios e impuros de corazón. Vi que esta copa puede endulzarse con la paciencia, la abnegación y la oración, y que producirá en el corazón de quienes así lo reciban el efecto deseado, con lo cual Dios será honrado y glorificado.— Primeros escritos, cap. 7, pp. 69-70.