Tú, Señor, desde mi juventud eres mi esperanza y seguridad (Salmos 71: 5, DHH).
GERARDO HABÍA COMPRADO UN ARMA por seguridad. Después de mirar por televisión los informativos cotidianos, se convenció de que algún día un delincuente tocaría a su familia. Cada ruido en el patio de la casa, algún sonido extraño en el techo o la sospecha de que alguien estaba merodeando su propiedad, eran motivos para que Gerardo tomara su arma y se asegurara de que todo estaba en orden. Con su arma se sintio seguro.
En cierta ocasión, uno de sus hijos fue amenazado por una pandilla de un barrio vecino. Como ese hijo tenía interés en una joven de ese barrio, tomó el arma de su padre, para sentirse seguro, y fue confiado creyendo que todo estaba bajo control. En las últimas horas de la tarde, la policía estuvo inspeccionando la zona y como este joven se sintió amenazado, sacó el arma de su mochila y se tiroteó con los policías. Una bala impactó en su pecho y horas más tarde pasaría.
¿Hay algo en este mundo que nos brinde una completa seguridad? Las armas, los mejores sistemas de alarma, barrotes en las ventanas, cajas fuertes, puertas blindadas, detectores de movimiento y cualquier otro invento solo agrandan el margen de seguridad. Pero no hay nada en este mundo que pruebe una seguridad absoluta. Los mejores sistemas de protección y seguridad demostraron ser falibles bajo la mirada de expertos.
Nuestro Padre celestial es el único que puede proporcionarnos una seguridad confiable. Su poder exceder a cualquier método que intente terminar con la vida, minar las fuerzas o apropiarse de los bienes. Sus ángeles, seres excelsos en poder y fuerza, aunque invisibles a la mirada humana, son escudos impenetrables que protegen a los hijos de Dios más indefensos. Cuando Dios protege a sus hijos, no hay nada en esta tierra que pueda dañarlos.
Si al mirar los servicios informativos te sientes atemorizado por el aumento de la corrupción y la delincuencia, no desesperes. Dios puede protegerte, ampararte y cuidarte de cualquier desastre si tan solo te entregas en sus brazos de amor y confías en sus promesas. Gerardo, el hombre de la historia de este día, nunca hubiera cargado con el peso en su conciencia de la muerte de un hijo, si solo hubiera conocido la seguridad que gozamos los hijos de Dios.
Al iniciar este día de tareas y labores, realiza una oración solicitando la protección y seguridad que provienen del cielo. Dios no te la negará.