Solamente el amor
«Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe» (1 Corintios 13: 1).
LA DIFERENCIA BÁSICA entre el amor de Dios y el del hombre es que Dios ama a los enemigos, a la humanidad entera, y no espera recompensa; es decir, no necesita ser amado antes o después, sino que ama por naturaleza, porque el poder de su amor es mayor que cualquier sentimiento humano que conocemos.
En cierta ocasión, a una joven universitaria le llegó a sus manos un libro. Comenzó a leerlo con interés, pero de pronto su curiosidad se acabó y, sin haber acabado de leerlo, lo cerró bruscamente, diciendo: «Es el libro más insípido que he leído en mi vida». Al cabo de algunos años, esa joven se encontró en la universidad con un muchacho. Pronto se hicieron novios. Este joven resultó ser el autor del libro que había leído la muchacha. El joven, sin saber que ella ya lo había leído, se lo recomendó. Esta vez, ella lo leyó completo. Al terminarlo, llegó a la conclusión de que jamás había leído un libro tan interesante y bello como ese. ¿Cuál fue la diferencia? El amor por el joven.
Alguien dijo en cierta ocasión: «La inteligencia sin amor, te hace perverso. La justicia, sin amor, te hace implacable. La diplomacia, sin amor, te hace hipócrita. El éxito, sin amor, te hace arrogante. La riqueza, sin amor, te hace avaro. La docilidad, sin amor, te hace servil. La pobreza, sin amor, te hace orgulloso. La autoridad, sin amor, te hace tirano. El trabajo, sin amor, te hace esclavo. La ley, sin amor, te esclaviza. La fe, sin amor, te hace fanático. La cruz, sin amor, se convierte en tortura. La vida, sin amor, no tiene sentido».
No importa cuán grande sea la carga o las barreras que se interpongan en nuestro camino. Cuando hay amor, la carga es ligera y las barreras desaparecen, porque el amor a Dios y al prójimo es el principal mandamiento y la esencia de la Ley. Oremos para que el amor de Dios sea implantado en nuestro corazón y lo practiquemos en el círculo donde nos movamos, para que sea una bendición en la iglesia, en la familia y en el trabajo.