«Nuestras cartas son ustedes mismas, y fueron escritas en nuestro corazón, y son conocidas y leídas por todos». 2 Corintios 3: 2, RVC
EL TÍTULO DE NUESTRA MEDITACIÓN para hoy se relaciona con dos pensamientos de El camino a Cristo. El primero dice: «En cada uno de sus hijos el Señor Jesús envía una carta al mundo» (cap. 13, p. 172). El otro dice: «Los ángeles están atentos para oír qué clase de informe das al mundo acerca de tu Señor» (cap. 13, p. 178).
¿Qué está leyendo el mundo «acerca de tu Señor» en esa carta que eres tú? ¿Qué está leyendo en la carta que soy yo?
El siguiente relato, que cuenta TA Davis, nos puede ayudar a responder. Dice este autor que una vez un conocido hombre de negocios se hospedó en un hotel donde, para su agrado, brindaban a los clientes el mejor de los servicios. «¿Cómo puede ser que toda esta gente sea tan amable?», se preguntaba el hombre. No pasó mucho tiempo para descubrirlo: «En el escritorio de cada empleado -dice Davis—, sin que fuera visible para el público, había una tarjetita con estas palabras: “Mi reputación está en tus manos”. Y al pie de la tarjeta se hallaba el nombre del dueño del hotel. *
«Mi reputación está en tus manos». ¿Exagero si digo que, en cierto sentido, la «reputación» de Dios también está en nuestras manos»? No hay exageración alguna, porque fue precisamente para representarlo ante el mundo que el Señor nos escogió: «Como tú me enviaste al mundo —dijo Jesús, así yo los he enviado al mundo […]. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste» (Juan 17:18, 23; énfasis añadido). Y así como por causa de nuestro mal testimonio el nombre de Dios puede ser blasfemado entre los incrédulos, también su nombre puede ser glorificado, si permitimos que la luz de Cristo brille a través de nuestras vidas.
«Los cristianos son como portadores de luz en el camino al cielo. Han de reflejado sobre el mundo la luz de Cristo que brilla sobre ellos. Su vida y carácter tienen que ser tan rectos y amorosos que a través de ellos los demás adquieran una idea correcta de Cristo y de su servicio» (El camino a Cristo, cap. 13, p. 172).
¿Qué leerá la gente hoy en esa carta que Dios producirá al mundo en ti?
Querido Jesús, ayúdame a representarte bien hoy, dondequiera que me encuentre. Que mi luz brille con tal fuerza, que sea glorificado el nombre de nuestro Padre que está en el cielo.