Miercoles 20 de Junio – ORAR COMO DANIEL – Devocional para Adultos

ORAR COMO DANIEL

«Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, abiertas las ventanas de su habitación que daban a Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, oraba y daba gracias delante de su Dios como solía hacerlo antes» (Daniel 6: 10).

ORAR COMO DANIEL es orar sin cesar, persistentemente, a cualquier hora del día, en cualquier circunstancia, aunque esté prohibido hacerlo. Daniel convirtió su casa en un hogar de oración, como debe ser todo hogar cristiano. La suya fue una oración de testificación, aprovechando la oportunidad que tenía de decirle al mundo que solamente hay un Dios en los cielos y en la tierra, a quien adorar y en quien confiar su oración estaba llena de gratitud a Dios, aunque el peligro estaba a la puerta. Cuando supo que el edicto había sido firmado como una trampa para él, acudió a Dios.

Esa oración estaba llena de una gran confianza en el brazo poderoso del Omnipotente. Aferrándose a las promesas de Dios, Daniel siguió su marcha normal de trabajo, dejando su causa en las manos del que sí resuelve los problemas, y nos auxilia cuando estamos en peligro. Notemos que el ángel le dijo a Daniel que, a causa de sus palabras (su oración), había venido. La oración de Daniel colaboró con la victoria espiritual que los ángeles obtuvieron contra el Diablo. Los ángeles nos defienden en el mundo espiritual pero nosotros colaboramos en esa lucha con nuestra oración.

El edicto del rey Darío y los enemigos de Daniel era prohibir por 30 días la oración a cualquier dios. Era robarle a Dios todo el tributo que merece y quitarle al hombre la oportunidad de comunicarse con él todos los días. ¿Qué haría todo hombre piadoso cuando se encontrara en un aprieto, si no podía recurrir a su Dios en busca de ayuda? A pesar del edicto, Daniel únicamente acudió a su Dios arriesgando la vida. Para él, su relación personal con Dios estaba en primer lugar, y Dios recompensó su oración de fe, rescatándolo de la cueva de los leones y cerrando la boca de estos animales hambrientos. ¡Qué Dios tan maravilloso tenemos! Cuando acudimos a él con inmenso dolor y con muchos deseos de verlo y contemplarlo, nos responde, se hace presente y nos levanta con su propio brazo.

Oremos como oró Daniel, todos los días, sin cesar, para testificar que solo hay un Dios que salva y que nos libra de todo peligro.

Radio Adventista

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