EVA CREADA PARA REINAR
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Génesis 1:28.
A lo largo de la historia, las civilizaciones se han compuesto de sociedades a humanas, y estas a su vez de unidades familiares. Dentro de estas unidades familiares, el núcleo del hogar ha sido siempre el compromiso entre un hombre y una mujer, en el que la mujer era considerada la “reina del hogar”. No nos enfocaremos en los intentos de destruir o tergiversar el núcleo original; solo pensaremos en esta sagrada posición.
El texto bíblico de hoy nos indica que esta labor u orden social le fue encomendada directamente por Dios a la mujer en el momento de la creación. Junto a su flamante esposo, a Eva le fue asignada la crucial tarea de encabezar, dirigir y cuidar al resto de la hermosa creación de Dios. Es decir, desde el comienzo fuimos empoderadas para realizar tareas de liderazgo, supervisión, coordinación y responsabilidad. Para ello era necesario que Eva adquiriera conocimiento diario de su entorno. Era imprescindible que junto con su esposo observara, aprendiera, analizara y llegara a conclusiones razonables respecto al manejo y la dirección del precioso mundo creado para ellos.
Ahora trasladémonos al tiempo presente. ¿Qué estás haciendo con los talentos que el Señor te ha confiado? ¿Eres una sierva fiel de tu amante Creador? Tal como Eva, tú y yo fuimos creadas para reinar. Estés donde estés, en la situación que te encuentres, alza tu rostro hacia el cielo, clama a Jehová y pídele que te indique el camino a seguir para retomar no solo tu posición real, sino también para que en ti se cumpla el propósito para el que fuiste creada. No te conformes con las migajas que ofrece este mundo. No escuches la voz del enemigo de Dios que quiere verte derrotada, pisoteada y abusada. En medio de las dificultades, cuando esta vida acelerada y vacía te grita que eres inútil e incompetente, vuelve a la casa de tu Padre. ¡Él guarda tu corona! – LF