«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y también el mar. Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios. Estaba arreglada como una novia vestida para su prometido» (Apoc. 21:1-2).
Aquí en la tierra, nuestro hogar es nuestro mayor refugio. Es el lugar donde podemos estar con las personas que más amamos; y por eso deseamos que sea cómodo y acogedor. Las mujeres dedicamos tiempo, atención y recursos a la decoración, la limpieza y la preparación tanto del interior como del exterior de nuestra casa. Conociendo nuestra naturaleza, Dios está preparando para nosotras un hogar maravilloso allá en la Nueva Jerusalén.
Si bien la actual ciudad de Jerusalén, la que existe aquí en este mundo de pecado, es espléndida, con su arquitectura antigua, riquísima y variada, imagínate cómo será aquella que no será construida por manos e inteligencia humanas, sino por Dios.
El Espíritu llevó a Juan en visión a la gran ciudad de Jerusalén, y le mostró su gloria para que nos la hiciera conocer a todos los que vendríamos después: «La ciudad brillaba con el resplandor de Dios; su brillo era como el de una piedra preciosa, como un diamante, transparente como el cristal» (Apoc. 21:11). En ella no solo dejará de haber llanto y dolor y habremos olvidado todo lo sufrido en esta vida terrenal, sino que además el fulgor de nuestro futuro hogar será semejante al de las piedras preciosas. ¿Qué más podríamos pedir? Lujo y paz eterna, todo en un mismo lugar, es lo que está preparando Dios para sus hijos e hijas que lo aman y obedecen.
Juan vio también que no había templo donde ir a adorar, porque Dios mismo será nuestro templo. Tampoco vio sol ni luna, porque la gloria de Dios lo ilumina todo. Las puertas nunca serán cerradas, porque nunca habrá noche (ver Apoc. 21:22-25). Tampoco existirá el temor.
Está claro que la realidad bíblica de la Nueva Jerusalén es mucho más impresionante de lo que nuestras mentes finitas pueden abarcar. Y tal vez lo que menos impresiona es que será impresionante; lo que más impresiona es que será real, y que allí habrá paz y felicidad, a la par que dejará de haber muerte y dolor. Llegar allá me da esperanza aquí en la tierra. ¿Y a ti? Me parece un buen motivo por el cual vivir sin perderlo nunca de vista.