Miercoles 1º de Marzo del 2017 – UN DIA DE SERVICIO – Matutina para la mujer

“Entonces también ellos le responderán diciendo: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te servimos?’ Entonces les responderá diciendo: ‘De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis’ * (Mat. 25:44,45).

En una ocasión, visité el lugar donde crecí y asistía a la iglesia durante mi infancia y mi juventud. Cuando fui a la iglesia, me enteré de que la congregación estaba preocupada por una joven que estaba muy enferma. Algunos comenzamos a planificar hacerle una visita a su casa, que quedaba a muchos kilómetros de distancia.

Llegó el día en que viajaríamos a visitar a la joven. Aunque ella era mayor que yo, ambas habíamos crecido juntas, y me sentía un poco ansiosa de verla después de tantos años. La saludamos con cálidos abrazos y palabras de apoyo y de consolación, pero no pude pasar por alto las necesidades que vi al llegar al lugar. Le lavamos la ropa, le cocinamos, le limpiamos la casa, le compramos algunos artículos necesarios, y atendimos cada una de sus necesidades. Llegó el momento de partir, después del tiempo que compartimos trabajando, riendo, conversando y recordando buenos momentos. Oramos con ella antes de irnos, no sin antes desearle una pronta mejoría y muchas bendiciones para el futuro.

Hay tanta enfermedad y sufrimiento a nuestro alrededor, que a veces pareciera que nos hemos acostumbrado a ello. Parece que se nos olvida preocuparnos por los demás. Nos ocupamos solo de nuestra propia vida y de nuestro bienestar, y de que lo nuestro esté bien. Cuando se nos pide que atendamos las necesidades de los demás, tratamos de evitarlo. No nos damos cuenta de que cualquier día puede llegarnos el turno a nosotras, la ocasión en que necesitemos del amor y el cuidado de otros.

La Palabra de Dios nos invita a amar y a atender a los demás, y a pensar en las cosas del cielo antes que en las de la tierra. Hemos de orar con y por los demás. De hecho, hemos de vivir una vida de entrega abnegada al prójimo, que también produzca paz en nosotras.

Ese día en que visitamos a mi amiga de la infancia fue de gran bendición para mí. ¿Por qué no invertir, el día de hoy, unos minutos en atender a las necesidades de alguien? Nosotras podríamos recibir también una rica recompensa.

Ayúdanos, amado Padre celestial, a cuidar y a bendecir a otros, yen consecuencia, a ser también nosotras bendecidas.

Elizabeth Ida Caín

Radio Adventista

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