Si hoy escuchan ustedes mi voz, no aguanten su corazón (Salmos 95: 8).
DESDE QUE LEÍ POR PRIMERA VEZ UN LIBRO de Elena G. White descubrí cuánto aportó su pluma para esclarecer, enriquecer y dar más luz sobre las Sagradas Escrituras. Sus escritos muestran un amor hacia Jesús y una lealtad tan fiel hacia la Biblia, que es innegable la inspiración divina.
Entre los escritos que enriquecen las Escrituras, están aquellos que muestran la caída de Lucifer. Personalmente me asombré cuando leí por primera vez: «Satanás tembló al contemplar su obra. Meditaba a solas en el pasado, el presente y sus planes para el futuro. Su poderosa contextura temblaba como si fuera sacudida por una tempestad. Entonces pasó un ángel del cielo. Lo llamó y le suplicó que le consiguiera una entrevista con Cristo. Le fue concedida. Entonces le dijo al Hijo de Dios que se había arrepentido de su rebelión y deseaba obtener nuevamente el favor de Dios. Deseaba ocupar el lugar que Dios le había asignado previamente, y permanecer bajo su sabia dirección. Cristo lloró ante la desgracia de Satanás, pero le dijo, comunicándole la decisión de Dios, que nunca más sería recibido en el cielo, pues este no podía ser expuesto al peligro. Todo el cielo se malograría si se lo recibía otra vez, porque el pecado y la rebelión se habían originado en él. Las semillas de la rebelión todavía estaban dentro de él. No había tenido, en el curso de su rebelión, motivo alguno para actuar de esa manera, y había acarreado ruina sin esperanzas, no solo para sí mismo, sino para las huestes de ángeles que habrían sido felices en el cielo si él se hubiera mantenido fiel».
«No se arrepintió de su rebelión porque había visto la bondad de Dios, de la cual había abusado. No era posible que su amor por Dios hubiera aumentado tanto desde la caída como para conducirlo a una gozosa sumisión y una obediencia feliz a su ley, que había sido despreciada. La desgracia que experimentaba al haber perdido la dulce luz del cielo, el sentimiento de culpa que lo oprimía, y la desilusión que experimento al ver que sus esperanzas resultaban fallidas, eran la causa de su dolor. Ser comandante fuera del cielo era muy diferente que gozar de ese honor en él. La pérdida de todos los privilegios que había tenido en el cielo le pareció demasiado grande como para soportarla. Deseaba recuperarlos» (La historia de la redención, pp. 26-27).
Cuando Cristo regrese, ¡cuántos miles sentirán el mismo arrepentimiento de Satanás! Pero en ese momento, será demasiado tarde. Por eso, si oímos hoy la voz de Dios, jamás endurezcamos nuestro corazón.