ROBERTO BRUCE
Nuestra entrega a Cristo nos hace parecer tontos, en cambio, ¡ustedes afirman ser tan sabios en Cristo! Nosotros somos débiles, ¡pero ustedes son tan poderosos! A ustedes los estiman, ¡a nosotros nos ridiculizan! 1 Corintios 4:10.
Roberto Bruce, fatigado, sudoroso y con calor, se reclinó contra un árbol a orillas del río para descansar unos instantes. En eso, escuchó el gruñir de un sabueso que se acercaba rápidamente.
-¡Al río! -le ordenó a su compañero-, ¡Es nuestra única esperanza!
Los dos hombres se metieron rápidamente a las gélidas aguas del río y caminaron varios metros río abajo antes de salir al otro lado.
Esa noche, en una pelea con algunos ladrones, su compañero perdió la vida. Al atardecer del día siguiente, llegó a una casa de campo situada al lado de un bosque. Una ancianita que vivía sola en la casa le abrió la puerta. -¿Quién es usted? -le preguntó la anciana.
-Soy un viajero solitario que pasa por esta región -le respondió el rey-. Necesito comida y un lugar donde descansar por la noche.
-Todo viajero es bienvenido en esta casa por amor a uno -contestó la abuela y abrió la puerta de par en par.
-¿Y quién es el afortunado gracias al cual todos los viajeros son bienvenidos en esta casa? -inquirió Roberto.
-Es Roberto Bruce, el legítimo rey de Escocia -respondió la ancianita-. Ahora lo persiguen por todo el país con trompetas y perros; no obstante, espero ver el día en que reine sobre toda Escocia.
-Es Roberto Bruce quien está frente a ti -dijo el rey.
-¡Qué bendición! -exclamó la mujer-. Recordaré este día el resto de mi vida. Siéntese, le prepararé la cena.
Me pregunto cuántos otros habrán comido a la mesa de aquella ancianita por causa de Roberto Bruce. Ella era amable con todos y los alimentaba de buena gana por amor a su amado rey. Muchos hombres cansados y agobiados lograron encontrar un lugar donde descansar y una cena renovadora, gracias a una ancianita que quería estar segura de no rechazar a su rey cuando llegase a su puerta. Tal vez, otros podrían pensar que era una actitud necia e imprudente; pero a ella no le importaba, haría cualquier cosa en favor de su rey.
¿Qué estás dispuesto a hacer por tu Rey, Jesucristo? ¿Compartirías tu pan con otros hoy en honor a él? ¿Obrarías de la manera más correcta por amor a él? ¿Estarías dispuesto a que se te considerara un tonto por causa de tu Rey?