NO HAY SALVACIÓN EN OTRO NOMBRE
«En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4: 12).
RETOMANDO EL RELATO ANTERIOR, Lucas relata en Hechos 3: 11 que Pedro y Juan, después de la oración, salieron del templo por la puerta de Salomón, donde ya los esperaba una gran multitud de personas, asombradas y atónitas porque un cojo de nacimiento que había estado por más de 40 años pidiendo limosnas en la puerta del templo había sido sanado por el poder del nombre de Jesús. Pedro le respondió al pueblo, afirmando que ellos no habían realizado ese milagro por sí mismos, sino que era obra de Cristo, a quien ellos habían crucificado.
Mientras le hablaban al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, para prohibirles que siguieran enseñando que Jesús había resucitado de los muertos y que ellos eran testigos de ese milagro. Así que los atraparon y los encarcelaron. Ese día no pudieron juzgarlos, porque ya era tarde. Pero los que escucharon el mensaje creyeron en Cristo Jesús y se unieron a la iglesia. El nombre de Jesús es tan poderoso, que hace crecer a su iglesia.
Al día siguiente, llevaron a Pedro y a Juan ante el concilio para juzgarlos. Los pusieron en medio y les preguntaron: «¿Con qué potestad o en qué nombre habéis hecho vosotros esto?» (Hechos 4: 7). Pedro respondió ensalzando el nombre y la obra de Jesucristo en la cruz. Él resucitó de los muertos y, por la victoria lograda en la cruz, solamente en él hay salvación y vida eterna.
El apóstol Pablo afirma que la humillación de Cristo al encarnarse y su muerte en la cruz, hicieron que su nombre sea exaltado por sobre todo otro nombre.
Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2: 9- 11).
Al ser bautizados en su hombre, nacemos a una vida nueva, y nos congregamos en el nombre de Jesús. Hoy, además, podemos pedir todo lo que necesitemos en el nombre de Jesús. Con el salmista, digamos: «Nuestro socorro está en el nombre de Jehová, que hizo el cielo y la tierra» (Salmos 124: 8).