LOS PERTURBADORES DEL MUNDO
«Cuando lo vio, le dijo: “¿Eres tú el que perturbas a Israel?”». 1 Reyes 18: 17, NVI
LOS QUE HONRAN la ley de Dios serán acusados de atraer los castigos de Dios sobre la tierra, y se los mirará como si fueran causa de las terribles convulsiones de la naturaleza y de las luchas sangrientas entre los hombres, que llenarán la tierra de aflicción. El poder que acompañe la última amonestación enfurecerá a los malvados; su ira se ensañará contra todos los que hayan recibido el mensaje, y Satanás despertará el espíritu de odio y persecución en un grado de intensidad aún mayor.
Cuando la presencia de Dios se retiró de la nación judía, tanto los sacerdotes como el pueblo lo ignoraron. Aunque bajo el dominio de Satanás y arrastrados por las pasiones más horribles y malignas, creían ser todavía el pueblo escogido de Dios. Los servicios del templo seguían su curso; se ofrecían sacrificios en los altares profanados, y cada día se invocaba la bendición divina sobre un pueblo culpable de la sangre del Hijo amado de Dios y que trataba de matar a sus ministros y apóstoles. Así también, cuando la decisión irrevocable del santuario haya sido pronunciada y el destino del mundo haya sido determinado para siempre, los habitantes de la tierra no lo sabrán. Los ritos religiosos seguirán en vigor entre las muchedumbres de en medio de las cuales el Espíritu de Dios se habrá retirado finalmente; y el celo satánico con el cual el príncipe del mal ha de inspirarlas para que cumplan sus crueles designios, se asemejará al celo por Dios.
Una vez que el sábado llegue a ser el punto de controversia en toda la cristiandad y las autoridades religiosas y civiles se unan para imponer la observancia del domingo, la persistente negativa por parte de una pequeña minoría de ceder a la exigencia popular la convertirá en el objeto de la condena mundial. Se demandará con insistencia que no se tolere a los pocos que se oponen a una institución de la iglesia y a una ley del estado; pues vale más que esos pocos sufran y no que naciones enteras sean precipitadas a la confusión y anarquía. Este mismo argumento fue esgrimido contra Cristo hace mil ochocientos añoso por los «príncipes del pueblo». «Nos conviene -dijo el astuto Caifás- que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca» (Juan 11: 50). Este argumento parecerá concluyente y finalmente se expedirá contra todos los que santifiquen el sábado un decreto que los declare merecedores de las penas más severas y autorice al pueblo para que, pasado cierto tiempo, los mate. El romanismo en el Viejo Mundo y el protestantismo apóstata en la América del Norte actuarán de la misma manera contra los que honren todos los preceptos divinos.- El conflicto de los siglos, cap. 40, pp. 600-601.
* Esta declaración fue publicada en 1911