SANTIDAD ES. ..
«Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios». 2 Corintios 7: 1
PUESTO QUE ESTE ES el medio por el cual hemos de recibir poder, ¿por qué no tener más hambre y sed del don del Espíritu? ¿Por qué no hablamos de él, oramos por él y predicamos respecto a él? El Señor está más dispuesto a dar el Espíritu Santo a los que le sirven, que los padres a dar buenas dádivas a sus hijos. Todo obrero necesita elevar su petición a Dios por el bautismo diario del Espíritu. Deben reunirse grupos de obreros cristianos para solicitar ayuda especial y sabiduría celestial para hacer planes y ejecutarlos sabiamente. Tienen que orar especialmente para que Dios bautice a sus embajadores escogidos en los campos misioneros con una rica medida de su Espíritu. La presencia del Espíritu en los obreros de Dios dará a la proclamación de la verdad un poder que todo el honor y la gloria del mundo no podrían conferirle.
El Espíritu Santo mora con el obrero consagrado de Dios dondequiera que esté. Las palabras habladas a los discípulos son también para nosotros. El Consolador es tanto nuestro como de ellos. El Espíritu provee la fuerza que sostiene en toda emergencia a las almas que luchan y batallan en medio del odio del mundo y de la comprensión de sus propios fracasos y errores. En la tristeza y la aflicción, cuando la perspectiva parece oscura y el futuro perturbador, y nos sentimos desamparados y solos: estas son las veces cuando, en respuesta a la oración de fe, el Espíritu Santo proporciona consuelo al corazón.
Manifestar éxtasis en circunstancias particulares no demuestra que alguien sea cristiano. La santidad no es arrobamiento: es una entrega completa de la voluntad a Dios; es vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios; es hacer la voluntad de nuestro Padre celestial; es confiar en Dios en las pruebas y en la oscuridad tanto como en la luz; es caminar por fe y no por vista; confiar en Dios sin vacilación y descansar en su amor.
No necesitamos tener la capacidad de definir con exactitud la naturaleza del Espíritu Santo. Cristo nos dice que el Espíritu es el Consolador, «el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre» (Juan 15: 26). Se dice claramente que en su obra de guiarnos a toda verdad, el Espíritu «no hablará de sí mismo» (Juan 16: 13).— Los hechos de los apóstoles, cap. 5, pp. 39-40.